El 20 de enero de 1995, falleció en Pereira a la edad de 86 años Néstor Cardona Arcila, precursor del periodismo de humor político, quien se identificaba con el pseudónimo de Can, obtenido al invertir las iniciales de su nombre. Tronco de una familia de periodistas que ya va por su tercera generación sirviéndole a la sociedad colombiana, fundó el semanario El Fuete en 1942, medio periodístico que semanalmente hizo las delicias de sus lectores en Pereira y los contornos a donde llegaba su publicación. De su mano se fue moldeando el espíritu dicharachero y gocetas de los habitantes de esta “Villa de Cañarte”, caracterizada por el sentido del humor y la vocación de servicio. En esta publicación de un octavo de pliego, eran caricaturizados los personajes de la ciudad, por lo que la portada de El Fuete se convertía en la vitrina donde vieron sus primeras luces las producciones de los caricaturistas que más tarde iluminarían el firmamento de la opinión pública colombiana. Y en a sus páginas interiores se alternaban la sátira, el fino humor y la denuncia, elementos que lo hicieron obligatorio en la canasta familiar. Nació en El Líbano, Tolima, pero vivió toda su vida en Pereira. Estaba casado con Cecilia Gutiérrez Suárez (fallecida en Pereira en septiembre de 2019), con quien concibió ocho hijos: Lucero, Estella, Carlos Enrique, Néstor, María Cecilia, Doris Consuelo, este servidor, Luis Fernando y Fabio Alfonso. Mi padre, nació un 20 de mayo de 1909 y un 20 de enero de 1995 partió a la eternidad, donde hoy goza de la compañía de mi madre Cecilia Gutiérrez Suárez, de sus hijos Néstor y Luz Estella.
En memoria de Can, hace diez años, Néstor Cardona Gutiérrez, escrbió este poema que hoy reproducimos como un homenaje póstumo a padre e hijo, hoy reuidos a la diesstra del Creador.
Tu herencia, padre
Heredé de mi padre la alegría,
la fiesta espiritual, la epifanía
y el andar sin rencores por la vida.
Heredé de mi padre el optimismo,
que rescata la fe de los abismos,
e impulsa la pasión y el altruismo.
Heredé de mi padre la sonrisa,
ese elíxir bendito de la vida
que en él era espontánea, sin medida.
Heredé de mi padre la ternura,
las caricias, los besos, la dulzura,
la amistad con los astros y la luna.
Heredé de mi padre la tristeza,
esa vaga expresión, esa aspereza
cierta desesperanza, cierta ausencia
Heredé de mi padre la melancolía,
la honda evocación de una partida,
el desvanecimiento de la ilusión perdida.
Mas no heredé su encanto insuperable,
su gracia, su caricia, su donaire,
que lo hicieron un ser inolvidable.
Heredé, ya lo ven, la poesía,
que se revela en mi día tras día,
con sus alucinantes fantasías.
La poesía que es canto y agonía,
que encarna en el misterio de la vida,
como la mar calma, como la mar bravía.
Gracias padre por ese don bendito,
insondable, magnífico, infinito,
por esta comunión, por este rito.
NÉSTOR CARDONA GUTIÉRREZ
Gracias Javier. Ayer visitamos la tuma de mi padre, un ritual evocador para testimoniar la gratitud por la vida y las enseñanzas y un reconocimiento de que existe la inmortalidad para los seres que brillan con luz propia y dejan huellas imborrables a su paso por la vida Gracias por ser parte de esta hermandad
Gratitud es evocar con amor a los que ya no están, que nos dejaron de herencia sus ejemplos y enseñanzas, que se inmortalizaron en nuestros corazones donde está el mundo de los recuerdos. Abrazo fraterno Luis Fernando.