Por Jaime Bedoya
A raíz de la pandemia que sufrimos, desde los cuatro costados del planeta se oyen voces que llaman a una nueva concepción de la sociedad y sobre todo, de la economía. Me sorprendió que el senador ultraconservador por La Florida, Marco Rubio manifestó el 23 de abril de 2020, para El New York Times, declaración que replicó ACI-PRENSA, página oficial del Vaticano: “Pasada la pandemia se necesita renovar el enfoque económico tradicional, centrado en el enriquecimiento individual, a uno más resiliente que sirva al bien común. Los estadounidenses no pueden simplemente volver a sus viejos hábitos cuando pase la pandemia. La economía debería trabajar para nosotros, no al revés. No asimilaremos adecuadamente las lecciones de la crisis si volvemos al modelo tradicional de la política”, replicó el legislador.
Pero yo no soy optimista frente a la especie humana porque después de las grandes tragedias que la humanidad ha padecido, hubo suficientes razones para que los modelos económicos centrados en el egoísmo se hubieran proscrito. Para citar sólo unos casos: Las lecciones de las dos guerras mundiales eran suficientes para repensar los paradigmas; en entre ellas la dolorosa Guerra Civil Española, donde ensayaron armas para destapar en la segunda. Europa, la más sufrida, se empeñó y construyó el pacífico Estado Bienestar y todos nos deslumbramos con semejante ejemplo de desarrollo y democracia. Pero, enseguidita vino la guerra de Corea y de Vietnam, auspiciada por dos grandes potencias.
Luego las espantosas confrontaciones de Corea y Vietnam; las de liberación en África contra las potencias europeas; súmele las dolorosas batallas tribales en África, que es lo más angustioso porque se trató de enfrentamientos entre miembros de una misma nación, todos pobres y explotados por los mismos poderosos señores, a veces, de afuera pero casi siempre los herederos de la tiranía colonial. Ayer no más vimos la aterradora Guerra de los Balcanes que destrozó la dignidad de hermosos pueblos, por fastidio a ideologías que pensábamos superadas con creces en la superdesarrollada sociedad europea: pureza étnica y religión.
El Papa Juan Pablo II, ya muy enfermo fue hasta Sarajevo a rezar por el fin de la confrontación y, más se boliaron bala, lo que prueba que no es rezando como se arreglan los problemas del mundo. Las catolicísimas repúblicas suramericanas instauraron gobiernos asesinos y muchos prelados católicos se abrazaron con criminales dictadores que, además, iban a misa y comulgaban.
La Teología de Liberación que no fue otra cosa que aplicar la dialéctica a los problemas sociales, para resolverlos científicamente, fue cruelmente perseguida por el hoy santificado Juan Pablo II que, en cambio, soslayó la pederastia; esa sí, de proporciones desastrosas en la iglesia de Cristo. Delito que dicho sea de paso, el santo padre Francisco, está combatiendo sin miramientos. Ustedes encontrarán argumentos para ser pesimistas u optimistas. Ojalá esté equivocado, pues creo que como en los terremotos y desastres, el tiempo hace olvidar todo y los poderosos vuelven a las mismas y desastrosas prácticas.
**La propuesta de Simón Gaviria sobre el mínimo vital de agua ya la implementó Petro en Bogotá.
***Buena la defensa de Jairo Arango sobre Frank Pearl.
Jaime Bedoya Medina.
Muy de acuerdo. El ser humano sigue y seguirá en sus ya estables idas practicas:
> Devastar la naturaleza, creer que es su posesión.
> Colonializando pueblos pobres: imponiendo su política, su sistema económico, sus costumbres.
> Atropellando los derechos sociales: libertad, trabajo digno, pensiones y otros.
La experiencia de la pandemia muestra todas las desigualdades: de genero, de racismo, de clase social.