OJO CON EL CINE
Una película revolucionaria. Una película encarretadora. Una película hecha con mucho dinero, con el que se proponen sus realizadores, hacer mucho dinero. Una película con abundancias de cosas. Abunda la acción. Abundan los decorados. Abunda el tráfico en terrenos desérticos con arena por cantidades. Una película con más de un protagonista. En FURIOSA hay música, buena música, hay efectos especiales muy especiales y hay una historia llena de historias. Hay cine. Mucho cine. Hay arte. Hasta un personaje se poncha, con pincel en mano, pintando una obra de arte que había hecho antes un pintor con alguna respetable fama. Una película con muchos vehículos, muchas motos. Una película sonora, con ruido de motos. Con paracaídas. Con caídas. Con escenas extrañas y mágicas de acrobacia. Con velocidades extremas y escenas extremas. Una película que parece un juego de Play Station, con muñecos de verdad, que son personajes inventados que parecen de verdad. Que hasta aman y desean el poder y aparentan humanidad. Una película con muchos actores y muchos protagonistas. Una película sin un o una protagonista que sobresalga porque hay tantos en escena, que el espectador no es capaz de escoger el principal debutante de esa cancha desértica. Una película que se inventa unas carreteras impresionantemente largas en desiertos impresionantemente grandes con grandes multitudes que se aprenden un corto guion para gritar al tiempo cosas que revelan histeria y alianza.
Una película con una fotografía hermosa, así lo que se vea en escena no sea hermoso (me refiero a los personajes centrales), porque abundan los defectos. Hombres sin un ojo, hombres con cabezas deformes, hombres sin alma, sin corazón, con muchos alientos, pero con gran mal aliento. Rudos, aletosos, alevosos, hábiles para el desenfreno. Una película que no necesita ser tan larga (casi tres horas) para contar lo que cuenta.
Una película con la herencia de don Mel Gibson en sus poderosos carros sobre la arena a velocidades fantásticas huyendo de todo y de nada.
Un flash back de tres horas: una manzana roja en primera escena y una manzana roja al final que obliga al cabo del tanto tiempo, acordarse de que al principio unas niñas cogían en un bosque, una manzana roja.
Guapo Robert Mackensie, el profesor de guion famoso, que le pone guion a ese multitudinario elenco feo y dinámico que corrió durante mucho tiempo, levantando el polvo de la arena, gracias a las patadas que los motociclistas le daban a las palancas del arranque de esas motos que nadie va a ver en la vida real en las calles que son distintas y sin arena ni polvo en millones de lugares que existen en la vida real.
Pero algo curioso, una película que lo deja a uno quieto y en primera, durante esas tres horas que dura su proyección.
Una película FURIOSA. Adrenalina pura.
168 millones de dólares tienen pelos. Eso costaron las motos, la arena, la gente y los recursos técnicos que se la jugaron para hacer esta cosa llena de una rara magia.
La taquilla no ha respondido como se esperaba, pero apenas se estrenó, esperemos.
Hablando de realidades de pocos hablantes la escases de alimentos, y las abundantes guerras mundiales, recursos escasos que parecen infinitos; agua, gasolina y alimentación.