Ante la necesidad sentida de un centro de formación especializada para niños de ambos sexos con discapacidad cognitiva y motriz, un grupo de mujeres profesionales se dieron a la tarea de crear una fundación que se encargara de cumplir con este noble propósito, entre ellas la psicóloga Norma Rendón, las abogadas Inés Hurtado y Graciela Rodríguez, Edilma Escobar, odontóloga, Martha García de Orrego, médica pediatra, Carmen Julia de Parra, fonoaudióloga, Eloísa Marulanda, fisioterapeuta, Luisa Uribe de Botero, bacterióloga y Amparo Vásquez de Saravia, decoradora y otras más. Contando con el apoyo financiero de donantes particulares y del grupo VALHER, dan paso a la Fundación CINDES (Centro para la Inclusión y el Desarrollo Social), creada el 6 de abril del año 1973, iniciando labores el 23 de abril en una modesta edificación tomada en arrendamiento y un equipo conformado por una directora, una psicóloga, una fonoaudióloga, tres docentes y 21 estudiantes, logrando que la Alcaldía gestionara ante el Concejo Municipal el otorgamiento de un lote en comodato en el Barrio Gamma, el cual se protocolizó mediante la aprobación del Acuerdo 08 del 28 de febrero de 1980, sobre el que se construyó la sede en la que se encuentra desde 1984, sometida a una seria de remodelaciones para modernizarla y ajustarla a los exigentes estándares de calidad necesarios, para atender a 350 jóvenes en actividades académicas formales y no formales, terapias y talleres ocupacionales, como el de panadería, donado por el Gobierno del Japón, huerta, danzas, música, pintura y manualidades. En la actualidad, solo atiende 126 jóvenes de ambos sexos, de los cuales el 5% son estudiantes formales, no pudiendo atender los 350 que la capacidad instalada permite, debido a la estrechez presupuestal. En sus inicios, CINDES funcionó como centro de educación especial, hasta el año 2009, cuando el Ministerio de Educación puso fin a esta modalidad educativa, ordenando que los estudiantes con limitaciones cognitivas debían ser incluidos en las escuelas de educación formal. No obstante impartir educación formal, CINDES se ha convertido en un gran centro de formación para personas con discapacidad intelectual, ajustando su pensum a los requerimientos de los estudiantes, quienes, previa valoración al ingresar, muestran las competencias, habilidades y talentos que poseen, pudiendo así ajustar el indicado proceso educativo. El costo actual por estudiante, asciende a la suma de $700 mil pesos mensuales, que en nada contrasta con lo que pagan sus padres. Esta portentosa obra ha logrado mantenerse durante 51 años, gracias a sus grandes benefactores que muy generosamente entendieron el altruista espíritu de sus insignes fundadoras, a convenios institucionales y a la dedicación de todo el equipo docente, coadyuvado por la titánica y abnegada entrega de su gerente y directora Patricia Marín Bedoya, quien lleva 20 años en la institución. Avocada a su cierre por el anuncio de suspensión de los aportes de las empresas benefactoras, ante las dificultades financieras que están soportando debido al agobiante peso de las medidas económicas de un Gobierno perverso que está acabando con la iniciativa privada y fortalecimiento de las empresas, como es el Gobierno Petro, pomposamente llamado “Gobierno del Cambio”, las entidades cívicas y gremiales deben cerrar filas para impedir tan doloroso hecho. Esta columna, no tiene otra finalidad que la de llamar la atención de los Gobiernos Departamental y Municipal, para que se apersonen de tan delicada situación, buscando los mecanismos necesarios para impedir que esta gigantesca obra desaparezca, en un momento en que la ciudad y el Departamento escalan posiciones de importancia dentro del concierto nacional. Como bien lo saben el señor Gobernador Juan Diego Patiño Ochoa y el Alcalde de Pereira Mauricio Salazar Peláez, no existe en el Departamento ni en la ciudad capital una institución de esta naturaleza que pueda suplir tan encomiable tarea. Su cierre, significaría el fin de un mundo de esperanzas para 126 jóvenes, cuya decisión los condenaría a vivir de espaldas a una sociedad que de manera alguna puede ser indiferente a su vehemente deseo de superación y desarrollo, institución a la que asisten jóvenes de todas las clases sociales y económicas y cuya convivencia armoniosa es motor que impulsa el avance de sus habilidades personales, hábitos y formas de pensar adecuadas, constituyéndose en medio para intentar mejorar la calidad de vida y la realización de sus sueños y aspiraciones.
Alberto Zuluaga Trujillo. Alzutru45@hotmail.com