Fundado el 9 de febrero de 2020
LUIS FERNANDO CARDONA
Director Fundador

ActualidadEL CINE EN LA DIETA ALIMENTICIA

EL CINE EN LA DIETA ALIMENTICIA

No voy a hablar de las películas que tienen que ver con ese tema. Pues es sabido que las películas gastronómicas tienen la virtud de despertar el apetito del espectador. Por ello la comida ha dado mucho juego en el cine, propiciando títulos de enorme calidad. No voy a hablar de “La gran comilona”, de Marco Ferreri, esa que puso en los años setentas a actores de la talla de Marcelo Mastroianni, Michel Piccoli, Ugo Tognazzi y Philippe Noiret a comer hasta estragarse en una cinta en la que hasta el espectador salía estragado; ni de “Fresa y chocolate”, de Tomás Gutiérrez Alea, con actores espectaculares y emblemáticos cubanos de nombre Vladimir Cruz y Jorge Perugorría, quienes hubieran tenido que sacar VISA USA para ir a recibir un premio Óscar de la Academia, que explica la razón por la cual mejor se lo dieron a la “Belle époque” de Fernando Trueba de España, para no tener que poner a más de uno a sacar visas y permisos para hacer posible la entrega real del Oscar real en un escenario real que parece de cine, pues la alfombra roja que allí se pone en el suelo, tiene el metraje suficiente para tapar y proteger de la lluvia (si llegara a llover mientras la ceremonia), decenas de cuadras allá en Los Ángeles, y mucho menos de “Charlie y la Fábrica de chocolate” de Tim Burton y con Johnny Depp, Freddie Highmore, David Kelly, Helena Bonham Carter, en la que Tim Burton puso al director de arte a fabricar chocolate para la cinta capaz de alimentar para producir un coma diabético a miles de niños de los colegios americanos el año de su estreno y ni tampoco de otras cintas como “Deliciosa Martha” de Sandra Nettelbeck, con Martina Gedeck, Maxime Foerste, Sergio Castellitto, August Zirner, que cuenta la historia de Martha quien es una prestigiosa chef en un restaurante de Hamburgo. Lleva una vida solitaria, confeccionada a su gusto como si se tratara de la receta de uno de sus suculentos platos. Pero un día su mundo perfecto se desvaneció; ni de “Ratatouille” de Brad Bird quien es sin duda uno de los más grandes valores de la compañía Pixar, esa empresa que ha revolucionado el arte de la animación digital y que año tras año nos sorprende con maravillas cintas. Tampoco de “Nubes pasajeras” de Aki Kaurismäki, en la que trabajan Kati Outinen, Kari Väänänen, Elina Salo, Sakari Kuosmanen y que es una de las más optimistas películas de Aki Kaurismäki, aunque con su particular mirada, pues el mismo la definió como la mirada finesa a un cruce entre ¡Qué bello es vivir! y Ladrón de bicicletas; ni de “Melinda y Melinda”, esa joyita del mismísimo Woody Allen, que congrega en ella a Radha Mitchell, Chiwetel Ejiofor, Will Ferrell, Jonny Lee Miller, convirtiéndolos en ese grupo de sofisticados intelectuales neoyorquinos en una cena en un restaurante de postín. Agradable velada, donde la degustación de una buena comida es compatible con la conversación “trascendente” y ni tampoco de “Chocolate” de Lasse Hallström, que puso a la bella Juliette Binoche al lado de Judi Dench, Alfred Molina y Johnny Depp en esa historia en la que una madre soltera y su hija, viajan de aquí para allá, y nunca suelen durar mucho en los pueblos donde deciden quedarse a vivir. El último donde lo intentan es Lansquenet, una villa rural…, pues de eso ya se ha hablado mucho y son películas emblemáticas que hacen alusión al cine que en épocas del cineclubismo, se tenían muy en cuenta para armar ciclos temáticos, que tanto ayudaron a la formación de públicos en el mundo entero. Millones de documentales sobre gastronomía y centenares de cintas con proteínas, vitaminas, energizantes y enzimas se han hecho y se seguirán haciendo para entretener a los espectadores que gustan de la comida, necesitan de la comida, viven por la comida y mueren por ella.

Voy a hablar es de cómo puede el cine alimentarnos. Las buenas películas nos dan vigor para pensar, para aprender a conversar, aprender a querer, aprender a soñar.

Las buenas películas nos ayudan a valorar a los amigos, nos dan energías para seguir viviendo, nos alimentan el espíritu, nos ponen a pensar en que puede haber mundos mejores. El buen cine es un plato rico que se sirve en una sala de cine grande o pequeña que mientras se pasea por una pantalla, pone toda esa capacidad que tiene dormida el cerebro nuestro, lo despierta para llenarlo de una energía tal, que nos hace olvidar el sitio en el que de verdad estamos, para trasladarnos a mundos fantásticos donde lo difícil se hace fácil, lo imposible posible y la dura realidad, puede ser superada por una fantasía hermosamente factible.

Amo al cine porque me ha enseñado a amar al prójimo. Lo amo, porque me ha enseñado a querer y lo amo, porque hasta me ha enseñado a escribir.

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