Carlota, una joven resiliente con una valentía innata, yace en su cama en una habitación inacabada, las paredes a medio construir y el techo lleno de grietas. Su respiración se vuelve profunda, sus párpados caen, y un sueño la envuelve rápidamente. Pero este no es un sueño cualquiera.
El suelo bajo la cama comienza a ondular, como un mar oscuro. Sus pies, cubiertos de sangre, parecen hundirse en el líquido oscuro. La cámara gira, creando un vértigo hipnotizante. Una figura sombría susurra su nombre, marcando el inicio de una travesía inquietante.
Carlota despierta en un colegio rodeado de altos árboles, un lugar que parece familiar pero extraño. Está con su madre, Verónica, y sus tres hermanos menores. Es la hora del recreo, y todo parece normal. Sin embargo, la tensión subyacente crece.
De repente, una pandilla irrumpe en el lugar. La explosión de una bomba resuena y causa el caos total. Mientras todos corren en pánico, Carlota protege a un chico acosado, mostrando su valentía. Verónica, con una rapidez maternal, lleva a sus hijos por un sendero secreto mientras los gritos y disparos resuenan a su alrededor.
En un refugio improvisado, Carlota se da cuenta de que ha dejado atrás algo vital: una llave con un emblema misterioso que llevó consigo desde el sueño. Contra las protestas de Verónica, decide regresar al colegio. Las calles están envueltas en penumbra; tres caminos aparecen ante ellas:
Una calle principal, bloqueada por matones.
Un callejón oscuro lleno de rumores de peligro mortal.
Una empinada colina, iluminada por una luna sangrienta.
Eligen la colina, donde el viento trae ecos de gritos. Al llegar a la cima, encuentran a Sofía y Rosa, manicuristas que actúan como si el caos fuera algo cotidiano. Entre risas nerviosas, ofrecen una vaga guía hacia la calle Quintero, un lugar envuelto en más peligro.
Un hombre llamado Miguel aparece en una banca voladora, una invención surrealista que parece sacada de otro mundo. Miguel les advierte sobre los peligros, pero se niega a ayudarlas. Su actitud despiadada parece esconder algo más. Carlota y Verónica avanzan a pie hasta ser interceptadas por un grupo de matones.
Carlota, armada con un palo improvisado, demuestra una valentía feroz. Desarma a uno de los hombres, David, y usa su arma improvisada para defenderse mientras Verónica observa con desesperación. Finalmente, logran escapar hacia un edificio.
Dentro del edificio, Carlota pierde de vista a su madre. Asustada, se esconde en una habitación donde descubre a un pequeño grupo de supervivientes. El patio trasero es su única salida, pero el cielo se torna rojo y el viento parece susurrar advertencias. Carlota encuentra un auto y un hombre armado con quien formar una alianza temporal.
El auto atraviesa calles desiertas, pero un obstáculo los obliga a detenerse. Carlota despierta repentinamente, jadeando. Su cuarto parece normal, pero sus pies están manchados de sangre. Mira bajo su cama, y encuentra la llave con el emblema del sueño.
La cámara retrocede, mostrando sombras en las paredes que forman figuras inquietantes. Carlota sostiene la llave mientras susurra: «Esto no ha terminado». FIN.