Por: Luis Alberto Martínez
Pelea pactada a dos largos y escalofriantes asaltos…
Se va a iniciar el combate.
En la esquina roja, Kid Duque, en la esquina azul, Sugar López; el coliseo bogotano esta atiborrado de aficionados que delirantes de emoción gritan desaforados a favor de uno y otro contrincante.
En el ring los boxeadores con los tapabocas bien apretados, para no contagiarse, los guantes desinfectados con mucha agua y jabón, a más de un metro de distancia cumpliendo con los protocolos de bioseguridad. Se miran con desprecio, parece que se odiaran, el árbitro con voz temerosa les dice, vayan a sus esquinas.
Y suena la campana.
Transcurrió el primer asalto y no se hicieron nada. Se la pasaron tomando medidas de distanciamiento, mirándose feo y desafiantes.
El segundo asalto sí fue mortal.
En este final el pleito se torna vibrante, emotivo, violento, hay un intercambio de golpes feroz y de pronto uno de los dos cae de espaldas en la lona a causa de un gancho de derecha al hígado y un recto de derecha al mentón.
Allí tendido, siente que el mundo se le vino encima, escucha voces muy lejanas que difícilmente percibe, todo acabó, los secretarios o auxiliares corren en su ayuda. Como pueden lo llevan al centro del cuadrilátero para la decisión final. Pero increíblemente algo sucede, el réferi levanta los brazos a los dos contendores.
Los jueces muy amigos de ellos declararon división de honores. Terminaron empatados; se abrazan y se dan palmaditas cariñosas – violando las medidas de higiene impuestas por ellos mismos- se felicitan mutuamente y muy sonrientes abandonan el tinglado.
Mientras tanto el público delirante aplaude a los rivales y se van satisfechos por lo vivido en los dos primeros y largos periodos que duró la contienda. Ahora esperan la revancha que será dentro de dos años, porque en juego largo hay desquite.
Luego de este espeluznante episodio damos un cambio total como sucede con frecuencia en la política para finalizar este dramático encuentro boxeril.
Artísticamente llamado el “Arte de Fistiana”, el arte de los puños, “Golpear y evitar al máximo ser golpeado”
Hombres valientes que usando guantes perversos en pos de la gloria se baten en ardorosas peleas dejando en el ring las más grandes fatigas enjuagadas de lágrimas, sollozos y desesperación.
Batallas de todos los días que con el poder invencible de los puños llegan altivos a lo más alto del pedestal donde acarician grandes y abrumadoras riquezas, y la dicha de sentirse rodeados por hermosas y turbadoras mujeres, que con su belleza agresiva los llevan a atenuar las fatigas de violentos combates.
Son muchos los exponentes de este viril deporte que han alcanzado poder, e inmensas fortunas; desafortunadamente por la emoción de la fama se han dejado arrastrar por el placer, y han terminado sumidos en crisis de lágrimas, tocando la penumbra del olvido universal. He dicho.
Felicidades. Luis Alberto Martínez. LAM