CONOCIENDO EL PERU

 Lamentablemente, por falta de tiempo o información, la mayoría de nosotros cuando vamos al Perú lo hacemos obsesionados por el mito de Cuzco y Macchu Picchu, donde, si bien es cierto se encuentran ruinas de gran importancia arqueológica, no se agotan allí las enormes riquezas culturales de ese país.

El mito de Macchu Picchu nos lleva a atravesar ansiosamente el territorio peruano y solamente cuando estamos frente a las ruinas de la gran ciudad incaica, solo en ese momento nos sentimos satisfechos y consideramos justificada tan larga travesía. Pero la verdad es que el Perú no comienza ni termina en Cuzco como creen muchos que, al pasar de largo a través de su territorio sin ver, escuchar, ni sentir nada más, dejan de lado una maravillosa y enriquecedora realidad.

El Perú no son solamente los Incas. Para que hubiera Incas, para que hubiera cultura Incaica, tuvieron que existir antes y mucho antes las culturas de los Chavín, Chimú, Mochicas, Paracas, Nazcas, Vicus y otras tantas que dejaron su huella a lo largo y ancho del Perú:

Imponentes templos, centros ceremoniales, restos de ciudades, esculturas, cerámicas, tejidos, figuras líticas en cuyos dibujos quedaron grabados muchos de sus mitos y cosmogonía e infinidad de manifestaciones que paso a paso nos van contando la historia preincaica y nos van explicando cómo, poco a poco, una cultura y otra, en su avance social, político, cultural y económico, fueron colocando los cimientos, fueron convergiendo hacia lo que posteriormente sería la gran cultura incaica.  Esta, tampoco se agota en Cuzco. Sus huellas llegan hasta Bolivia, Ecuador, el sur de Colombia y el norte de Chile y Argentina.

Pero aquí tampoco se agota la realidad peruana. Así como el imperio Incaico tuvo un pasado, también hay un presente en el que persisten las huellas de una cultura que se resiste a desaparecer. Este presente es el Perú mestizo en el que la guitarra española se trasformó en charango y se unió con la quena indígena, para crear una hermosa música que constituye una de las principales expresiones del folclor peruano.

Y mientras el tondero y la marinera se enseñorean en la costa, en la sierra los majestuosos Andes se alegran con las notas de huaynos y Huaylas que en danzarinas vueltas colorean los cerros con los llamativos tonos de las polleras campesinas.

La ñusta se viste con el manto de la virgen de las Mercedes y junto a las ruinas de Pacha-Camac surgen los románticos balcones, las iglesias con sus columnas de piedra tallada, monumentales palacios, conventos y monasterios, que nos hablan de otras épocas de la historia peruana y que han llegado a constituir parte inconfundible de su fisonomía.

En este Perú mestizo encontramos a cada paso manifestaciones de una cultura vigorosa que se empeña en subsistir, en seguir desarrollando expresiones para no dejarse aplastar por culturas foráneas que amenazan arrasarla buscando suprimir su propia identidad. No es necesario ir a Macchu Picchu para comprenderlo, ni basta con contemplar las ruinas incaicas y preincaicas que se yerguen a través de los siglos como testigos mudos de una cultura que permanece.

Sin ir más lejos, encontramos en la sierra infinidad de pueblos donde su población, formada por campesinos (indígenas y mestizos), aún conserva rasgos y expresiones culturales legadas por sus antepasados, integrados a nuevas formas de vida adquiridas en su lento desarrollo.

No son solo las ruinas de civilizaciones desaparecidas las que nos cuentan la historia del Perú. También las culturas vivas que se expresan en Quechua y que, integrando formas de organización social, ritos, costumbres, música, danzas y atuendos, le dan una personalidad característica a cada región del país.

En las fiestas campesinas de la costa norteña, sigue siendo la chicha la bebida que acompaña las principales celebraciones, unida a una serie de ritos, utensilios y símbolos de costumbre ancestral. Los artesanos, con sus manos y corazones de artistas continúan transformando el barro en preciosas cerámicas, resucitando día tras día los oficios que, trasmitidos de generación en generación, les legaron los antiguos Mochicas, Paracas e Incas.

Las raíces de la cultura peruana son muy profundas y difícilmente serán arrancadas. Son las raíces indoamericanas que debemos conservar porque en ellas está el alma y las bases de nuestra identidad de pueblos americanos. Son como las raíces del algarrobo, que para encontrar el agua en las entrañas del desierto de Sechura, tienen que hundirse hasta lo más profundo del suelo peruano. Son tan profundas, que resisten los embates del huracán y la tempestad, y cuando ésta pasa, cuando vuelve la calma, allí continúan los algarrobos erguidos, desafiando al tiempo y a la adversidad.

Consuelo Gómez Alvira