Por JORGE EDUARDO MURILLO MEJIA
Finalizar el año viendo un panorama gris como los estragos que produce la pólvora en niños y adultos, es lamentable. La gran responsabilidad es de los adultos que hacen estas prácticas, y lo peor, cuando patrocinan que también lo hagan los menores de edad. La solución en parte, fuera del proceso cultural que se debe llevar desde los colegios, es que las autoridades, de manera ejemplar actúen sobre esta clase de infractores. Pero no, año tras año el panorama no mejora y día tras día nos lamentamos viendo el sufrimiento de los quemados y sus familias. Las autoridades por su omisión se convierten en “cómplices” de estas lamentables situaciones; una situación que ayudaría a la disminución de quemados es la restricción de reuniones de muchas personas por la pandemia, en este caso no es por la voluntad de las personas sino por el coronavirus, al prohibirse reuniones familiares de volumen, sin embargo, desde el 1 de diciembre se escuchan desde las madrugadas los alborotos de la pólvora. Otra consecuencia de esta indisciplina es el daño que el ruido de la pólvora hace en los animales, cientos de ellos mueren por este motivo o sufren daños irreparables, lo mismo ocurre con la contaminación auditiva en toda la comunidad. El exceso de licor y conducir bajo estas sustancias, también ocasionan pérdidas lamentables. Los adultos son responsables, pero las autoridades deben controlar este flagelo; cuando se implementaron medidas fuertes contra estos infractores se hizo tendencia entregar las llaves y se notaron los cambios, hoy vemos que la cosa se ha normalizado en el sentido que los conductores vuelven a sus andanzas con el alcohol producto de la flexibilidad de la policía y guardas del tránsito, la gente le está perdiendo el miedo a la no aplicación de medidas fuertes. Por último la utilización desmedida de plásticos y botarlos a quebradas y ríos, causa un daño tremendo a la fauna y la flora. La invitación es que en estas festividades, todos hagamos un alto en el camino y contribuyamos a no destruir el medio ambiente y no destruirnos nosotros mismos. Los niños de esta generación, si queremos que actúen diferente en el futuro, no deben recibir un mal ejemplo de sus padres y vecinos. ¿Cómo le vamos a pedir a un joven que no consuma licor, droga o utilice la pólvora, si recibe un mal ejemplo?. Por último las autoridades civiles y de policía deben intensificar las campañas educativas y sobre todo hacer cumplir las leyes, que son muchas, para prevenir este tipo de actividades. Un ambiente sano, sin pólvora y sin excesos de alcohol, propiciará que podamos disfrutar sanamente estas navidades.