Por FERLEY HENAO OSPINA
Puedes cambiar la verdad haciendo uso de la retórica más no de las matemáticas. El salario mínimo escasamente pasó los 900 mil porque las matemáticas son implacablemente precisas y no hay como torcerlas: $877.802 (Mínimo del 2020) más 3,5% da $908.526 inexorablemente. Esa fantasía de tratar que parezca más del millón no contribuye al dinamismo de la economía porque ésta solo funciona con efectos reales, no con sofismas o paralogismos, en cambio sí pone en duda la seriedad de quienes los usan.
Debieron suponer que sería difícil introducir semejante falacia, pero la tenían que sostener a toda costa porque cuando ajustaron el mínimo 2019-2020 que pasó de $828.116 a $877.802 hicieron todo para aparentar que era mayor, para lo cual acudieron a la misma estrategia diciendo que: “incluido el subsidio de transporte quedaba casi en el millón”. Considero muy delicado arriesgar tanto la credibilidad con esos juegos de palabras.
Este astronómico cuento no caló, pese a ser Colombia un país donde se enreda tanto que, por ejemplo, el DANE determina que “el hogar que percibe más de $549.400 al mes ya no es pobre”. La pretensión de hacer creer que las cosas están bien sin estarlo es el primer escalón para treparse en la cómoda connivencia con la soberbia y es uno de los pasos que conducen al desgaste de la palabra y a la pérdida de la confianza.
Los funcionarios, en todos los niveles, tienen que bajarse de esa nube y dejar de creerse emperadores. No se les olvide que son SERVIDORES PÚBLICOS, puestos allí para cumplir la función de servir al público y que son pagados con los dineros que el ciudadano aporta como contribuyente para que funcione la gestión pública.
“La soberanía reside exclusivamente en el pueblo, del cual emana el poder público” establecela Constitución de 1991 y añade: “La soberanía popular es la base del estado constitucional democrático y es su principal factor de desarrollo”, no obstante, han convertido en letra muerta a la constitución. Al pueblo, el constituyente primario, se lo ignora y hasta se le falta al respeto.
A nivel local, el concepto de ciudadano con derechos ha caído en el olvido y se ha extendido a algunas dependencias, particularmente a aquellas que tienen contacto con el público.
Emergen así, episodios en los que la soberbia impide escuchar debidamente al ciudadano y a veces, sin respetar condición o género, damas y hasta adultos mayores sufren las consecuencias de que unos funcionarios no ponen bien los pies sobre la tierra, generando respuestas absurdas, la mayoría de ellas sin siquiera tomarse el trabajo de revisar detenidamente el caso.
Esa falta de humildad, que podría entenderse como soberbia, cierra toda posibilidad de diálogo porque no puede haber comunicación asertiva con los “infalibles», los que creen que allí, en sus “perfectos” despachos, no se han producido, no se producen y no se producirán errores. De todo esto, la deducción lógica es: Solo les interesa aparentar que las cosas están bien, no les interesa que de verdad estén bien.
Acostumbrados a que quienes les rodean no se atrevan a hacerles notar alguna falla o a indicarles una alternativa mejor, cuando alguien intenta, de buena fe, avisarles para que enmienden, simplemente lo perciben como enemigo, se ponen a la defensiva y entonces así, sin escuchar ni entender, paulatinamente van cavando el profundo abismo al que nos están llevando.
VIDEO-COLUMNA
Sin fantasías, con humildad, servidores públicos
Señor Columnista: muy bien, los reyezuelos que nos gobiernan.
El gobierno terrorista del capitalismo despótico,.