Por: Juan Antonio Ruiz Romero
Más allá del confinamiento obligatorio y la inmersión de nuestras vidas en hipoclorito de sodio, creo que una de las consecuencias más graves de la pandemia es que cambió también el decorado de la muerte.
La pérdida de un ser querido es un momento de confrontación sobre la finitud de la vida y por ello, tanto creyentes como agnósticos, establecen ritos para despedir al difunto y facilitar a sus allegados asumir el duelo.
A raíz de la sesentena que estamos viviendo, fueron suspendidas las velaciones y ceremonias para fallecidos por el Covid-19. En las demás muertes, se restringió a cinco el número de personas que pueden acompañar al finado.
Y lo que para muchas familias en el mundo ha sido novedoso durante la emergencia sanitaria -me refiero a las videoconferencias para permitir a los familiares que están en otras ciudades o países, despedir a los seres queridos-, en Colombia y en el Eje Cafetero, era algo con lo cual ya estábamos acostumbrados, dada nuestra alta migración laboral. Por eso, hace ya varios años, acceder a la imagen de la sala de velación desde un computador o celular remoto, forma parte del portafolio de servicios de las empresas funerarias.
En este nuevo entorno de soledad, restricciones, falta de abrazos y despedidas virtuales, me pregunto si los deudos serán capaces de procesar adecuadamente la ausencia permanente de ese ser querido.
Consulté a tres personas a quienes profeso gran admiración y esto me respondieron.
Para el sicólogo Guillermo Valencia Montoya: “Doler le va a doler a cada persona y mucho más por la falta de acompañamiento en un momento tan difícil. Pero si tiene una arquitectura mental sólida, el andamiaje se estremece, pero no se cae. El problema es quienes al duelo, le agregan remordimientos o rabias con el que se murió o culpas o cualquier sentimiento negativo, porque en esos casos la situación se vuelve de mayor complejidad”.
Monseñor Rubén Darío Jaramillo, Obispo de Buenaventura, señala que “el duelo es un proceso de desprendimiento, de toma de conciencia sobre la partida de ese ser querido. La iglesia católica usa el novenario como tiempo para que la familia digiera ese proceso, asuma el duelo y entienda que ese ser ya no está, que pasó a otro estado, con lo cual se busca el descanso del difunto y el consuelo de los deudos”.
A su vez, la educadora Ana María Arenas manifiesta: “el duelo es una experiencia innegable, inaplazable. Se vive como la vida misma: con coraje, de frente a la realidad, con la profundidad del amor mutuo. Se acompaña de rituales para mediar el dolor: hermosas flores que reconocen el aroma y la dulzura de la existencia que cambia de tonalidad; oración para suscitar una protección desde el alma a los que quedan y al que se va; velas encendidas para iluminar el camino y los recuerdos; el silencio como homenaje a la memoria y el llanto interno que sale a modo de lágrimas para aliviar la partida. ¡Sabemos que no mueren del todo: quedan en los rincones de la casa, en los libros, en los abrazos, en las risas compartidas y en el cobijo eterno que nos liga por siempre…!
Frente a las rígidas normas para despedir a los difuntos en medio de la pandemia, el principal aprendizaje que nos queda es anticiparnos, expresar nuestras emociones, compartir con generosidad nuestros afectos, así sea por medios virtuales, y resolver los asuntos pendientes. ¡Qué cuando algún ser querido falte, lo dejemos ir sin cargos de conciencia! Así descansará en paz… y nosotros también!
Muy cierto. Esto tiempo nos hace pensar que somos el tiempo que nos queda y así hay que vivir
El texto se titula: «Los Pobres de Solemnidad»
Gracias.
El columnista nos referencia, esa siempre, constante pregunta sobre: el duelo causado por la muerte, el duelo a causa de este distanciamiento, con ejemplos pertinentes, con análisis de como el duelo propio , el duelo hacia los otros, nos debe humaniizar.
La muerte algo indisolublemente ligado a la vida, tan vulnerables ante dicha realidad.
Sino es muy atrevido, les invito a leer un texto en el portal : Palabras Sobran de un Docente de la Universidad Católica de Manizales..
Es escrito en temática similar al escrito presente.
Me gustó este enfoque y tan acertadamente consultado, toda esta experiencia nos habrá de dejar, más a unos que a otros y según las huellas que dejado a nuestra existencia las locuras de la historia: violencia, terremotos, desencuentros, enfermedades. Esta experiencia dejará en las personas y la sociedad donde haya sido más acentuada la pandemia, esa sensación o sentimientos de amargura y melancolía, propios de los tiempos cuando los fenómenos nos confrontan. Será tema de observación y agradezco este enfoque de Juan Antonio.
Es un excelente retrato de la realidad que estamos viviendo. Nada reemplaza la campañīa de los seres queridos en la última despedida.