Detrás de la puerta que no queremos abrir, nos espera un gran tesoro. Nuestra vida tiene sus cimientos en el miedo. Desde niños nos enseñaron a dejar de hacer por el temor a lo que pueda suceder ¿Cuántas cosas dejaste en el olvido por falta de valentía?. Probablemente suene a rebeldía, y ciertamente lo es, pero ya no escucho las voces que quieren persuadirme para que deje de intentar aquello que mi alma anhela. Alguien me dijo que es mejor arrepentirse por lo que se hace, que preguntarse qué habría sido. Lo que no te destruye te fortalece, entonces aunque no te haga bien, habrás aprendido una gran lección.
Hemos suprimido la voz de la intuición, la voz de la conciencia, nuestro yo superior. Todos en esta realidad, que parece solo un fragmento del universo, conocemos indefectiblemente a qué estamos llamados, cuál es nuestra misión, el propósito de nuestra existencia. La confusión que genera el crecer en una sociedad que separa lo que realmente somos, de aquello que vemos en el espejo, nos aturde y nos aleja del camino. Perdidos, nos frustramos, nos llenamos de angustia al sentirnos extraviados. Pero esa voz siempre está ahí, como un eco indisoluble, la repetición constante de una idea inconclusa, la confirmación fehaciente de lo inadmitido.
Tú lo sabes y yo también, pero tenemos miedo. Algo te dice que ese camino, que esa vereda que transitas cómodamente cada amanecer, no te lleva a tu destino final, pero es un camino cómodo, conocido, corto y plano; así que, cada día lo eliges, pese a que cuando terminas el recorrido, te sientes insatisfecho y vacío. Cada amanecer te cuestionas, pues tu alma sabe la respuesta; son tus creencias y lo que mal has aprendido es los que te roba la sabiduría nata. ¿Qué hay detrás de esa puerta que tienes tanto miedo de abrir? El temor es el sentimiento que más poder nos roba, el amor el que más poder otorga. Piensa en ellos como dos animales salvajes dentro de ti, que pelean ferozmente por ejercer el control. Sabes que estás alimentado a uno más que a otro, pero… Estás alimentando a la fiera que quieres que obtenga la victoria? Ayúdala a ganar la pelea contra el miedo; ve, abre esa puerta que ves lúgubre al otro lado del camino. Yo abrí la mía, me descubrí en la cima de una montaña tocando la niebla con mis manos. No había camino, así que quise volver, parece ser que lo salvaje de mi fiera tomó el último impulso de sus fuerzas y me arrojó al vacío. Algunos días siento como si fuera en descenso y pienso que ya pronto aparecerá el suelo, así que disfruto del vuelo, mientras descubro en él que, aunque tuve piernas, no debía caminar, porque sin sin tener alas, mi destino era volar.