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CrónicasAnfiteatro milagrero del Presidente periodista

Anfiteatro milagrero del Presidente periodista

Por GABRIEL ÁNGEL ARDILA

Este 9 de febrero, recuperando el aliento y haciendo reflautas con el respirador artificial, se permite llorar celebrando otro Día del Periodista en pandemia.

Llegamos a esta hora de gracia con un presidente entronizado en su espacio informativo que para la salud de la Nación surte el efecto de un respirador artificial y nos recuerda la candidez de un niño montado sobre su bici, y quien al emprender una trepada gritó a su compañerita de travesía: -Mira esa falda y allá ese hueco donde me maté el otro día… ¿Casi te matas?… No: caí muerto totalmente y me recogieron para el hospital a donde me llevaron y una monjita muy bonita me dio resucitación artificial… -Respiración artificial, dirás… No. Es que llegué tieso y con ese beso, ella me resucitó y aquí estoy, ¡santita!…

La travesía de ese informador es similar al canillazo que se dio el pasajero de la bici… Dramática, cuando menos. Cándida, eso sí… Pero la inocencia lo ha resucitado de todas las sentencias condenatorias lanzadas por hacer ese papel tan parecido al del resucitado: ¡Cándido de tamaño presidencial!

Insiste que esto es para tomarlo en serio, pero ¿quién le cree? Ya lleva pasaditos 50 mil difuntos y millones de punzados por el virus vacunable han sido salvados de milagro, pero aquí nadie es vacunado aún mientras aquél sigue pedaleando.

Le cae bien el papelón para aplicar al amparo «del sigilo» con los datos de todo esto, en especial para no revelar los términos de confidencialidad con las farmacéuticas, que le patrocinan en todo el recorrido el secreto profesional, como lo haría hasta el peor de los periodistas. En todo caso puso punto final a una serie malísima que lideraban los mozalbetes Alvira (Caracol) y Arias (RCN) en las cadenas locales de Telenoticias, al asumir como exclusivo ese remoquete impostor de «El Periodista soy yo» (Duque).

Mientras insiste en sus lavatorios de manos, el informador Presidencial elude huecos, faldas, abismos y continúa en ese anfiteatro televisivo, recordando que por ejemplo ha vencido vaticinios tan duros como que al principio se esperó con una mortalidad de 600 mil personas, pero ¡solamente llevamos un poco más de 50 mil!, gran consuelo! Solo falta que alguna fábrica de diplomas de esas que siguen explotando el negocio, le otorgue el suyo certificando las horas de transmisión del espacio «Prevención / Acción» que lo habilitará para uso de buen retiro presidencial como presentador de informativos y reinados.

En conclusión: Este oficio está curado de maleficios y si sobrevivió a esta aberración pandémica y al contagio del «periodista soy yo», ¿Qué no superará?

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