Cuando supe que el Niño Dios era mi abuelito en calzoncillos, ese día cambió mi vida, fue un golpe tenaz para mí, que escribía cartas con mi letra patoja de los siete años, y no entendía el porqué en las navidades, debajo de mi almohada, estaba un paquetico con una camiseta de fútbol y no la hijuemadre bicicleta con la que soñaba todo el año, y por lo que mi mamá me chantajeaba, diciéndome “si te tomas la sopa de repollo, el Niño Dios te dará tu regalito”; y yo, soñaba, cerraba mis ojitos, veía la misma bicicleta que tenía Joaquín, un chino vecino, hijo de papi, fantoche y humillativo, así como hoy es un candidato al senado que conozco; y ¡ZUAZ!, me tragaba esa porquería.
Recuerdo cómo mi madrecita se esmeraba en construir unos pesebres inmensos, ocupaba dos piezas de la casa que construyeron mis abuelos, Juan y Oliva, las figuritas eran las de la época, Los reyes magos, caminos de aserrín, la vaca, el buey, una estrella inmensa cerca del bombillo y luces en las casitas; no como ahora que le ponen al pesebre retenes, edificios, avionetas cargadas de alguna cosa y hasta les ponen avisos de “Vote por el Gallo tapao que le mama gallo” o vote por el comisionista de las EPS” Cosas horribles que no ocurrían en ese tiempo, y hasta ponen reguetón en vez de villancicos.-
Es que las novenas de antes sí eran con fe; entre tutaina y los peces en el río, rondábamos todas las casas del barrio, en donde las señoras nos daban natilla y nos preguntaban “¿Y qué le estás pidiendo al niño Dios?; y uno con el primer mueco en la sonrisa, con las manecitas cogidas atrás, contestaba con ese acento inocente y una voz chillona, como la del pato Donald, : “Una bicicleta, y un trompo”.
Esa era la semana más importante del año, jugábamos a los cinco hoyos con bolitas de cristal, ponchao y guerra libertadora, y cuando el “Lamparido” de Joaquín nos quitaba la bolitas, entre mocos y chillidos le gritaba desde el otro andén; “Esperate que el Niño Dios me traiga la bicicleta y no te la presto gran hijueputa”; y claro, una pela, y la amenaza de mamá “El niño Dios no te va a traer nada por grosero”, cosa que se resolvía por la noche, antes de la novena, tomándome la asquerosa sopa de repollo.
Con la magia de navidad, mi abuelo se convirtió en mi ídolo, en los bajos del teatro Manizales, en donde funcionaba la Foto Montoya, “El Camarada” me enseñaba cosas que vine a entender muchos años después, las tradiciones familiares, nos las inculcó con un amor infinito; cuando escucho “Vamos pastores vamos”; no puedo resistir un par de lágrimas, al recordar al verdadero Niño Dios que siempre tuve de niño; es que él, me enseñó a soñar, a ser libre.
El 24 de diciembre era espectacular, mi abuelo y el combo del barrio hacían la natilla para todos, arequipe, buñuelos; a todos nos tocaba una tarea, llegaba la hora de la última novena y como a las 10 de la noche la orden que llegaba como un poncherazo de agua helada, “Tooodos a sus camas, nadie se queda aquí, para que el Niño Dios pueda entrar tranquilo”.- y uno se iba juiciosito, pensando en la bicicleta, y preguntándose cómo sería el Nilo Dios, “Será como yo?” ¿Le gustará la sopa de repollo?”, ¿ Lo regañarán como a mí?”, ¿y aué tal si le pido que descalabre a Joaquín?”
Era la noche de navidad de 1966, ese año Carlos Lleras Restrepo fue elegido presidente en el Frente Nacional,; en la segunda conferencia del Boque sur las FARC comenzaron a tener forma dirigidas por Jacobo Arenas y Manuel Marulanda, ese año mataron a Camilo Torres, ex cura, sociólogo, capellán de la universidad Nacional, había lanzado el frente unido del pueblo con el que nacía el ELN; el ejercito mataba guerrilleros a dos manos, y la guerrilla también ganaba combates, ese día el Coronel Alfonso Vázques Mazuera, Comandante de la VI Brigada fue dado de baja en Chaparral Tolima. Esto no tiene nada que ver con el Niño Dios, pero es que hoy las noticias son las mismas.
Mientras pensaba en cómo sería mi bicicleta, pasaron las horas, el silencio era total; de pronto el piso de madera chirrió, y la puerta se fue abriendo con una lentitud tenebrosa, me quedé quietico, pensando “Ay juemadre, llegó el Niño Dios”; estaba tapado con la cobija hasta la cabeza, solo dejé un pequeña rendijita por donde podía ver perfectamente hasta la puerta, en donde vi una sombra enorme, “ Uyyyy, No es el Niño Dios, está muy grande para ser un niño”; y hasta llegué a pensar: «¿Y si es un ladrón? ¿Qué tal que se me robe la bicicleta que me va a traer el Niño Dios”.
La sombra recorrió la habitación, yo estaba a punto de llorar, porque se me iban a robar la bicicleta que me iba a traer el niño Dios, lleno de un valor inexplicable, propio de un Niño de 7 años, arrojé la cobija “pa´ la porra” ´y ahí estaba él, de cuerpo entero, con un poco de paquetes envueltos en papel de regalo, poniéndolos debajo de las almohadas y las cobijas de todos. Era mi abuelo, en calzoncillos, de esos viejos Geff blancos de manga ancha, y más asustado que una lombriz en un gallinero, solo pudo decir, “Carajo, por qué está despierto todavía”; apenas pude decir: “Es que estaba esperando el niño Dios” “Papito…. ¿El niño Dios es usted?.
Con todo el amor de un abuelo sorprendido, puso los regalos sobre la cama, me sentó en sus piernas para explicarme cómo “el niño Dios es la inspiración que tienen los padres para hacer grandes esfuerzos y materializarlos en regalos en la noche navidad, Unos padres pueden comprar, otros no, por eso no llegó tu bicicleta, pero alcanzó para esto”, y me entregó un paquete en el que venía un balón de fútbol, y una camiseta verde.- Desde entonces, aprendí que la navidad está hecha de amor, de esfuerzos, de fantasía, de magia.
Casi sesenta años después, con la vieja idea de que en navidad todos tenemos que destapar algo, alguna cosa, aunque no sea lo que le pedimos al Niño Dios, mi habitación se convierte cada año en la bodega navideña de la familia con los regalos de todos para todos.- En la pasada navidad, mi nietecito de 7 años, Juan (Se llama como mi abuelo) llegó corriendo a mi sitio de lectura gritando alborozado “Agüelo Agüelo, El Niño Dios está encerrado en esa pieza empacando los regalos para Mi, es igualito a mi papá, y a mi agüela”,. Hoy en la víspera de navidad al recordar la anécdota no puedo evitar dejar escurrir un par de lagrimones, que también se me chorrean cuando cada noche de novena siento cómo mis angelitos, hijos de mis hijos, garrapatean cartas para el Niño Dios, y hacen sus primeras lecturas de cada dia de novena, con el mismo entusiasmo con el que me lo enseño hace más de 60 años el “Camarada” Montoya, Ellos, son mi mejor Niño Dios.
PD: En la navidad de 1966, el Niño Dios le trajo una bicicleta nueva a Joaquín, le pedí que me la prestara y me dijo que No, que se la pidiera a los Reyes Magos”, No hubo necesidad de descalabrarlo, ese HP se descalabró solo, se cayó y se le daño su “lamparido” su juguete nuevo.
jajajajajaja !!!! la PD es de maravilla
Genial relato, gracias por compartir… Por todo el entusiasmo que trasmitas.