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Autocines: La Moda

Por Germán Ossa, Geross

Las modas son las modas. Hoy día hay un entusiasmo enorme por ver películas en un patio grande y metidos en un carro. Si no hay más, ese paseo resulta ser un lujo. Curioso, pero es lo que hay.

La culpable de esta “nota” es el covid-19, el corona virus, o mejor (lo peor), es la pandemia, esa cosa que nos ha obligado a tenerle miedo a todo. Al abrazo, a los besos, al saludo de mano, al estornudo, a la tos y al escuchar muy de cerca a los que nos quieren contar cosas secretas. Se salvan los secretos entre los novios que nada temen si se aman.

El virus y los presidentes o gobernantes de todos los tamaños y colores, obligan a que se escriban decretos para evitar que esa cosa se reproduzca y nos azare. Uno de los tantos tiene como fundamento prohibir ver cine en un teatro, que es para lo que se inventó el séptimo arte o el arte de las luces y las sombras o el arte de las imágenes en movimiento. Los Lumiere no inventaron el cine para que fuera visto en un patio grande, metidos en un auto y con una pantalla grande a distancias considerables. Claro que ellos no sabían nada del covid ni de virus parecidos.

Es posible que en pocas semanas los teatros vuelvan a abrir sus puertas, y esta moda, la que vuelve después de más de cincuenta años haber pasado de moda, vuelva a dejar de ser una novedad.

A menos que los autocines de ahora tengan entre sus beneficios, la solución para evitar rebrotes, contagios y demás males de la pandemia, podrán ser una meritoria solución, pero eso está por verse.

                            Origen y decadencia

Esta modalidad de entretenimiento fue muy popular entre la década de los 50s y 60s, sobre todo en EEUU, gracias al boom económico que permitió la compra, no ya del primer, sino del segundo auto por familia.

También fue uno de los pilares de la revolución sexual en varios países de Occidente, donde los vehículos se convirtieron en el punto de encuentro de jóvenes que buscaban esa intimidad que sus hogares no permitían.

Pero el mundo fue cambiando y los autocines entraron en decadencia. El aumento del precio del combustible lo fue alejando como una opción económica. Además, las salas mejoraron su tecnología de audio e imagen, y es más cómodo disfrutar de una proyección digital con sonido Dolby que tener en medio al parabrisas, los zancudos, el frío, la lluvia y algunos fantasmas.

                               UN DATICO

EEUU llegó a tener más de 4.000 autocines. Hoy hay poco más de 350.

Muchas salas están con la calculadora en la mano tratando de saber qué cantidad de entradas tienen que vender por función para que sea rentable el negocio sin atentar contra las medidas de protección.

Y cómo un actor que hace tiempo que no aparece en pantalla regresa el autocine, que puede surgir como la opción salvadora para los amantes del cine. Claro, siempre y cuando se tenga el otro espectador mecánico, el auto, ese que lo cuida a uno de los zancudos, el frío, la lluvia y hasta de los fantasmas.

Según la Asociación de Propietarios Unidos de Autocines (UDITOA), en EE.UU. había a finales del año pasado 305 «drive-in» con 549 pantallas en total, reflejo de los 4.000 que llegó a tener en sus años dorados.

También en Corea del Sur y Alemania se está presenciando un renacer de esta alternativa de entretenimiento, donde se aprendió la lección de Wuhan: hace pocas semanas los cines abrieron y tuvieron que cerrar sus puertas por el aluvión de gente que pretendía volver a ver una película.

La resurrección del autocine es acompañada por la última tecnología. En los últimos años algunos establecimientos han pasado a usar pantallas LED, como la de los conciertos de rock, que permite ver películas incluso con luz diurna, un problema que restringe la oferta, obvio.

El avance de la tecnología permite que se pueda instalar un autocine en cualquier lugar y con una mínima inversión. No pueden descararse con el cobro de la boleta. La novedad es la primera vez. No más.

También es posible improvisar proyecciones con poca inversión de dinero: se requiere un proyector LCD, un equipo para transmitir el audio a los coches por radiofrecuencia, y en el mercado hay pantallas inflables que se instalan en pocos minutos. Eso se hace desde hace rato en lugares apartados, donde el cine no ha llegado aun de verdad. El monstruo de Cine Colombia tiene el negocio.

Tampoco es obligatorio contar con un bar: cualquiera puede llevar su ración de bebidas y mecato para distraerse en el coche.

Es una opción similar al cine de balcón que se ha visto hace pocas semanas en muchas partes del mundo. Sin comprar boleta.

El autocine es una salida, un escape, un pretexto. El cine es otra cosa.

1 COMENTARIO

  1. Es cierto. Es un pretexto para salir. Personalmente no le encuentro el encanto. Nada igual a una sala de cine. (Para.mí)

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