En el 2011 el consejo directivo de la CARDER declaró al bosque de Guásimo en La Virginia, Risaralda, como Distrito de Manejo Integrado, con extensión de 1.447 hectáreas. Un acierto para el que también formularon lineamientos generales hacia el 2012 los estudiantes de ciencias ambientales de la UTP, Juan Hoyos, Ryan Howard y Verónica Mafla, tema que venían investigando desde el 2010 con Cristina Jaramillo.
Hechos importantes, pues este relicto de Bosque Seco Tropical hace parte de 700 mil hectáreas que quedan en el país tras millones de áreas de este tipo que han desaparecido a causa, entre otras, de suelos fértiles, que los hizo atractivos para grandes plantaciones agrícolas y ganadería extensiva. Y dadas sus características, afloró un agravante que expuso el Instituto Humboldt hacia el 2014: “el 65% de las tierras que han sido deforestadas y eran bosque seco tropical presentan desertificación”.
Los bosques secos tropicales son esenciales por los servicios ecosistémicos en zonas con alta estacionalidad de lluvias, es decir, amplias diferencias entre las temporadas secas y lluviosas. Allí variadas especies endémicas de flora y fauna han desarrollado una biodiversidad única capaz de adaptarse a condiciones de estrés hídrico, por ende, su conservación fue declarada estratégica.
Para el caso Guásimo, acontece que está ubicado en zona aledaña a fincas bajo extinción de dominio que han funcionado como áreas de amortiguación, tierras que avanzan en su recuperación natural hacia el bosque originario; pero esta condición también lo expone a la deforestación.
Explorando otro valor, campesinos de las dos únicas veredas que tiene el municipio en que está ubicado el distrito, crearon en el 2019 un proyecto comunitario de senderismo para protegerlo (bit.ly/3kV8hWx). En su momento lo apoyó la CARDER, pero actualmente está abandonado y aunque continúa registrando visitas ocasionales de turistas, investigadores científicos y senderistas, ninguna entidad lo atiende. Parte de la infraestructura de senderos se cayó. Y peor, ha reportado la prensa que zonas alrededor están siendo deforestadas para actividad ganadera.
Urge que la CARDER aúne esfuerzos institucionales y asigne personal en su atención. Podría retomarse el proyecto comunitario. Extender el llamado al sector agroindustrial de la Virginia para contribuir en su entorno ambiental. Además, será necesario impulsar un mecanismo de participación para que, surtidas las obligaciones correspondientes a restitución de tierras, las demás áreas entren a hacer parte del distrito de Guásimo.
Por lo demás invitar a los lectores a hacer visitas guiadas y promover la conservación del bosque y sus especies. Quienes ya asistimos tuvimos la oportunidad de ver el tupido bosque, majestuosos árboles, diversidad de aves y rastros de la escurridiza lapa, boruga (Tepezcuintle), que recorre el curso de las microcuencas de Guásimo y La María Portugal.