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LUIS FERNANDO CARDONA
Director Fundador

CulturaCineCine Club de Steven Spielberg

Cine Club de Steven Spielberg

Por: Germán Ossa

Steven Spielberg y el Instituto del Cine Americano (AFI, en inglés) presentaron hace pocos días, AFI Movie Club, una especie de cineclub virtual, con el que AFI pretende continuar con su promoción y defensa del séptimo arte, pese a la pandemia del coronavirus que mantiene los cines cerrados.

Bajo el lema «películas para ver juntos mientras estamos separados», AFI Movie Club plantea a los cinéfilos, una cita diaria con un hito de la gran pantalla para que cada uno, desde su casa, pueda disfrutar de esa película y compartir su experiencia con multitud de usuarios a través de internet. Pero valga la pena destacar, que la idea es de Don Steven Spielberg, un cineaste millonario que vive y ama al cine por sobre todas las cosas.

Spielberg, quien ha sacado dinero de su bolsillo y por cantidades para alimentar Escuelas de Cine (le ha aportado con cariño a la Escuela de Cine de San Antonio de los Baños en Cuba por ejemplo), donde hasta ha impartido talleres con su experiencia gratis, es un director, productor y guionista cinematográfico gringo de mucha reputación. De la generación de directores surgida a lo largo de los años 70, es el más claro ejemplo de armónica conjunción entre el talento y la visión comercial. En un breve período de tiempo pasó de ser uno de tantos realizadores televisivos a director de primera línea, responsable de algunos de los más grandes éxitos de la historia del cine.  Spielberg no finalizó los estudios universitarios.

Su telefilme El diablo sobre ruedas (1972) le abrió las puertas de la gran pantalla. El diablo sobre ruedas es un brillante ejercicio de suspense abstracto, deudor de algunas de las más prominentes obsesiones de Hitchcock, en el que un automovilista se ve tenazmente asediado en una carretera desértica por un enorme tráiler con intenciones asesinas.

En 1975 Spielberg puso la primera piedra de su multimillonaria trayectoria con Tiburón, adaptación de un best seller de Peter Benchley en el que volvió a demostrar su dominio del suspense y su habilidad para juguetear con las emociones del espectador, especialmente sobre la base de lo terrorífico. Lo que diferencia, sin embargo, a Tiburón de otros filmes de su género es su cuidada atmósfera clásica, la evocación del género clásico de aventuras, el regusto de las películas «de grupo» realizadas por el clásico Howard Hawks.

Con Tiburón, Steven Spielberg inició un reinado de éxitos de taquilla y definió una nueva aproximación al cine de espectáculo que aunaba entretenimiento con calidad. El filme, de gran presupuesto y rodaje extremadamente accidentado, se convirtió en uno de los títulos más taquilleros de la historia e instauró el modelo moderno de superproducción, con elevados costos de márketing y efectos especiales (dicen que casi la mitad de lo que costó la producción de esta película se gastó en promoción; la valla de treinta metros de altura en un rascacielos de Los Ángeles además, es uno de esos detalles).

La destreza técnica de Spielberg, fue el ingenio del tiburón ideado por Robert Mattey, cuyo peso era de catorce toneladas y que debía ser manipulado por veinte hombres. El costo total del escualo artificial, más otros dos de menor tamaño utilizados en diferentes planos, fue de casi medio millón de dólares de la época.

Además de elementos del cine de terror y del de aventuras, Tiburón fue uno de los primeros títulos en los que puede hablarse de gore (es decir, no escatimar al espectador ni sangre ni vísceras) debido a la extremada crueldad de ciertas tomas. Pero el filme no sólo se apoyaba en esta baza. Escenas como la inicial, en la que una bañista nada en el mar de noche hasta que es atacada, y a la que acompaña una memorable música de John Williams, o la de la borrachera de los tres protagonistas en el camarote mientras esperan el encuentro con el monstruo, certifican la inmensa calidad de Tiburón, un clásico moderno y sobrecogedor que, por supuesto, engendraría numerosas secuelas de limitado interés.

Luego con Encuentros Cercanos del tercer tipo (1977), revisión del género de ciencia-ficción posterior a La guerra de las galaxias que muestra el camino que seguirá buena parte de la producción al sustituir el tono terrorífico por una rendida fascinación ante la capacidad del cine para maravillar y despertar las emociones de la audiencia. El modo en que se presenta la desmesurada nave-madre de los alienígenas en el último tramo del filme (impresionante despliegue de efectos especiales) dice mucho de un director siempre obsesionado por recuperar para el cine la emoción virgen de un niño absorbido por la grandiosidad y la magia de lo que muestra la pantalla. Luego hace 1941 (1979), que es un fracas commercial.

Más tarde se une  con el también soñador George Lucas para levantar uno de los proyectos más exitosos del cine de entretenimiento contemporáneo: En busca del arca perdida (1981). El intento de recuperar el ambiente y la emoción de las antiguas películas de aventuras (aquí se respira, en parte, el espíritu de La guerra de las galaxias) encuentra en el magnífico personaje de Indiana Jones, el arqueólogo con gran facilidad para meterse en innumerables peligros, un puntal para devolver a las pantallas el talante inverosímil y prodigioso de los seriales de los años 30.

Los sucesivos episodios de la serie, Indiana Jones y el templo maldito (1984) e Indiana Jones y la última cruzada (1989) profundizan aún más en el sentido de entender el cine como gran juguete para un niño-adulto que descubre a cada momento que todo es posible dentro de una pantalla. No menos relevante fue E.T., El extraterrestre (1982), fábula religiosa en clave de ciencia ficción que se convertiría en la película más taquillera hasta la fecha.

Tras rodar los títulos citados de la serie iniciada con En busca del arca perdida, se sucedieron diversos éxitos y fracasos hasta recibir el reconocimiento de la Academia de Hollywood con los seis Oscar otorgados a La lista de Schindler (1993), drama en blanco y negro sobre el genocidio nazi que fue uno de sus proyectos más personales; el filme relata el caso real del industrial Oskar Schindler, que salvó a unos mil doscientos judíos de los campos de exterminio.

Con Parque Jurásico (1993) y El mundo perdido (1997), Salvar al soldado Ryan (1997), Inteligencia artificial (2001), The Terminal, con Tom Hanks y una enésima versión de la novela de H. G. Wells La guerra de los mundos, este genio nos ha regalado mucho muy buen cine para ver en las salas comerciales y ahora con su cine club, no sabre las puertas para ver, y gratis, mucho más y major cine, que correrá por cuenta de esa maldita pandemia.

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