Está dicho que somos lo que el entorno hace de nosotros, pero también, que somos nosotros quienes construimos o destrozamos nuestro entorno.
Sentido de pertenencia es la empatía y empoderamiento con lo propio. En sentido contrario la indolencia y la indiferencia (no me duelen no me importan) son factores de relacionamiento con el entorno los que hacen que, como sociedad, en muchos aspectos estemos como estamos.
Es ahí donde -de la reflexión a la acción- el civismo y sentido de pertenencia se convierten en clave sustantiva de la cultura y la conciencia ciudadana, tan precarios hoy día.
Y no es porque la ciudad esté expandiéndose y sigan llegando familias de otras regiones e incluso del extranjero, unas nuevas y otras retornando. El crecimiento es un pretexto mentiroso. El mejor ejemplo es la Bogotá bajo el liderazgo del alcalde Antanas Mokus, época que todavía extrañan los bogotanos nativos y los bogotanos nacidos en otras partes.
Civismo es amor, valores, raigambre y sentido de pertenencia por el lugar donde se tiene el privilegio de ser y tener. En ese orden.
Por definición, cultura y conciencia ciudadana son las formas y los contenidos del comportamiento humano en su relacionamiento inevitable con su entorno, lo que no es otra cosa que los pilares fundamentales, sustantivos que desde la primera infancia deberían soportar y fortalecer la convivencia ciudadana.
Los secretarios de gobierno que han tenido Pereira y Dosquebradas en las últimas dos décadas pueden dar testimonio de los enormes alcances que para el territorio han implicado la multiplicidad de conflictos que perturban la sana convivencia ciudadana.
No obstante, ni en Pereira y ni es Dosquebradas, excepto Juan Manuel Arango Vélez con “Pereira ConVida”, ninguno de los alcaldes ha podido poner en marcha un programa sólido, grueso, visionario, efectivo y continuado de cultura ciudadana.
Juan Pablo Gallo lo intentó con “Pereira te veo bien” proyecto lanzado con bombos y platillos que duró lo que un banano en la puerta de una escuela. Con Carlos Maya fue imposible hacerle entender esa necesidad ciudadana.
Por allá en 2009 el alcalde Israel Londoño lo intentó con la campaña sobre “Cultura de la Legalidad” que es apenas un componente de cultura ciudadana, porque cultura es ley, moral y comportamiento.
No recuerdo en Dosquebradas a ningún alcalde que jamás haya implementado un programa de cultura ciudadana y por eso ese territorio está como lo encontró Roberto Jiménez, al punto que hay sectores donde la gente rechaza las jornadas de aseo.
Todo este escenario de abandono de la cultura ciudadana y la promoción del civismo nos está llevando al abandono del sentido de pertenencia, con todo lo que ello significa.