Por JORGE H BOTERO
…no viene la calma. Las causas subyacentes del estallido social siguen vigentes.
Quizás sea pensar con el deseo -porque nadie quisiera saber de más víctimas directas, muertos y heridos, y millones de indirectas derivadas de la destrucción de riqueza y empleos-, pero es perceptible que las movilizaciones, bloqueos y actos vandálicos han venido cediendo. Habrá que ver si esta declinación persiste, como, en circunstancias parecidas, ha sucedido en otros países.
En 2011 surgió en los Estados Unidos el movimiento Ocuppy Wall Street, un subproducto de la crisis financiera de 2008 y del deterioro consecuencial del ingreso de los sectores medios y bajos, el repudio a los beneficios fiscales para los sectores pudientes de la sociedad y el rechazo al sistema bancario. En ese mismo año apareció en España el Movimiento de los indignados, cuyos móviles fueron muy parecidos a aquel. La célebre movilización de Los chalecos amarillos, que comenzó en Francia en 2018, tuvo origen en un incremento del precio de los combustibles, que afectaba especialmente a sectores medios que viven en las afueras de Paris y se movilizan en sus propios autos; pronto fue complementado por reivindicaciones más generales relativas al deterioro de los salarios. La ola de actos vandálicos derivada del aumento marginal del precio del metro de Santiago en 2019, dio lugar en Chile a una inesperada explosión social. El ataque al Congreso de Estados Unidos el año pasado por el lumpen que sigue las directrices de Trump, fue expresión de un profundo resentimiento social manipulado por ese sórdido personaje.
Con algunos matices en este último caso, las revueltas nacieron al margen de los partidos políticos, y, de ordinario, contra ellos. Su convocatoria fue obra de unos cuantos que lograron una rápida y eficiente difusión de sus mensajes por las redes sociales. En ninguno de estos casos las movilizaciones culminaron en negociaciones exitosas. A veces sirvieron para bloquear propuestas gubernamentales, aunque no para suscitar cambios profundos, salvo cuando los factores de descontento fueron transferidos al proceso político normal. La constituyente chilena no fue producto de un pacto nacido en las barricadas, pero ese malestar fue el factor que impulsó el acuerdo político que dio por resultado su convocatoria.
La falta de organicidad y la imposibilidad de mantener movilizaciones de largo aliento explica que esos episodios, que combinan idealismo, vaguedad, ira y torvos intereses, no hayan perdurado. En cada una de ellas llegó un día y ¡flop! se esfumaron como pompas de jabón. Así pasó aquí, y por las mismas razones, con las protestas del 2019, aunque la pandemia ayudó para mandarlas al congelador. De allí han emergido de nuevo en el peor momento posible desde el punto de vista de la salud pública, y cuando las condiciones de los sectores pobres se han deteriorado hasta alcanzar cotas que nunca habíamos experimentado.
De otro lado, la democracia directa en las calles puede hacer colapsar un sistema político. La toma de la Bastilla en 1789 por el pueblo parisino dio comienzo a la Revolución Francesa. Una revuelta popular contra el rey Carlos X de Francia fue el factor que desencadenó su reinado en 1830. El golpe de Estado en Chile contra Salvador Allende en 1973 fue precedido por una amplia movilización callejera en contra suya de los sectores medios de la sociedad. El movimiento estudiantil en mayo de 1957 fue determinante, entre nosotros, para poner fin a la dictadura de Rojas Pinilla. Menciono estos precedentes solo para afirmar que no son pertinentes en las actuales circunstancias de Colombia. La estabilidad institucional no está amenazada.
Tenemos, pues, una ventana de oportunidad. El gobierno ya ha comenzado a tomar las medidas que están a su alcance; tal es el caso del acceso gratuito a la educación superior en universidades estatales para los jóvenes de los estratos uno a tres. Una buena política que tiene dos peligros graves: (i) la consolidación de una brecha mayor en el acceso a la educación: una para los pobres, otra para los demás; (ii) más amplio acceso a la formación superior podría no traducirse luego en mejoras en el mercado laboral.
Los apoyos extraordinarios para proteger las empresas y atenuar el deterioro de los ingresos familiares causados por el Covid-19, están financiados hasta el fin del año. Se requiere de una reforma fiscal para dotarlos de fuentes permanentes y profundizar sus alcances. Era eso lo que pretendía la presentada por Carrasquilla. Retomar sus propuestas en ese campo permitiría avanzar con celeridad.
Cabe algún optimismo. Los partidos que aspiran a ganar la presidencia en las elecciones de mayo preferirán que el actual gobierno, no ellos, adopte las medidas necesarias para que el país supere la crisis actual. Es probable que busquen la manera de apoyar las iniciativas gubernamentales sin que se note mucho: en la política la hipocresía abunda.
En el origen de todo estallido social se encuentra un déficit de representación política. Por eso hay que reformar a fondo el congreso, eje de la democracia representativa. Solo ella es idónea para facilitar el predominio de la razón pública, la cual requiere deliberación serena, argumentación rigurosa y formación de consensos mayoritarios. Podríamos pensar en un sistema bicameral distinto, integrado por una cámara de origen netamente político; y otra de naturaleza estamental de la que hagan parte la academia, los expresidentes, las iglesias, las etnias, las victimas de la violencia, los sindicatos y los gremios, entre otros sectores. Todo esto para enriquecer el gran sancocho nacional al que refería Jaime Bateman, líder hasta su muerte del M-19.
Duque haría bien en convocar a una comisión de alto nivel para que elabore un conjunto de propuestas para fortalecer los órganos de representación. Sería un legado importante para el próximo gobierno.
Briznas poéticas. William B. Yeats, Premio Nobel de 1923. “Ni miedo ni esperanza / acompañan al animal que muere; / el hombre aguarda su final / temiendo y esperando todo; / muchas veces murió, / muchas se levantó de nuevo…/ Él conoce la muerte a fondo: / el hombre creó la muerte”.
Un análisis muy profundo, sin perder la perspectiva historica mundial, me agrada que no recurre al castro chavismo y otras imbecilidades para ocultar el malestar social con recibes de fondo, el paro del 2019 lo atajo duque con la artimaña del diálogo nacional, al presente paro le está el gobierno dilatando las negociaciones, creyendo que así aseguran ganar con su partido de bandidos las elecciones. Amanecerá y veremos