Fundado el 9 de febrero de 2020
LUIS FERNANDO CARDONA
Director Fundador

ActualidadEl abuso de la percepción  

El abuso de la percepción  

Miscelánea   

El escándalo por el presunto falso positivo que se habría dado alrededor de la demolición de un inmueble en la ciudad de Pereira que, supuestamente, era un centro de consumo y tráfico de estupefacientes, lo que al final fue desmentido por los propietarios, estableciéndose que el inmueble sí estaba incurso en un proceso policivo, que efectivamente apuntaba a que fuera derruido, pero no por ser el epicentro de una » olla», sino por su condición de precariedad constructiva y de amenaza de ruina, nos tiene que llamar a la reflexión sobre la forma en que discurre la función pública en temas de seguridad.  

Miles de veces hemos escuchado la expresión, por parte de nuestras autoridades, en cuanto que el problema de la seguridad en Colombia, en sus regiones y en sus ciudades, no es real sino que obedece a un fenómeno de «percepción«, de despliegue mediático, es decir, que es mayor la alarma que sentimos los ciudadanos que lo que realmente pasa; circunstancia a la que habríamos llegado por factores como la difusión excesiva de los hechos, algunos graves como asesinatos atroces e irracionales y obviamente impactantes, como el de un joven por despojarlo de un celular y otros menores como atracos y peleas callejeras, que antes pasaban inadvertidos y que ahora ocupan la mayor parte de la emisión en los noticieros de radio y televisión.  

Lo anterior, sumado al hecho de que la sociedad colombiana ha tenido una especial predilección por las noticias judiciales, especialmente por las más escabrosas, lo cual es aprovechado por los medios de comunicación para exprimir y explotar el morbo de la audiencia.  Esto explica, por ejemplo, por qué tiene más mercado un formato de un periódico como el «Q´hubo«, lleno de sangre y titulares sugestivos, que el de otros medios con líneas editoriales menos tremendistas y explica, además, la fascinación de los televidentes por programas que se dicen de investigación pero que en verdad son amarillistas como «Los Informantes».  

Entonces, como la cuestión es de «percepción», el problema surge cuando las autoridades reciben la presión de los medios y de la ciudadanía para que los organismos de seguridad muestren algo que se volvió terrible: La reacción y los resultados.  Vivimos en un círculo perverso en el cual los medios de comunicación necesitan noticias como pan caliente para vender y por eso nos tenemos que mamar que en la radio local repitan y repitan las mismas notas, porque, a su vez, los periodistas necesitan material, así sea de relleno o sobreexpuesto para rendirle sus propios resultados a los dueños de la emisora.   

Y ese círculo pernicioso se completa cuando a los organismos de seguridad, en el contexto de un sistema odioso de promociones y ascensos, basados en felicitaciones y condecoraciones, montan operaciones a las cuales les ponen nombres estratégicos y rimbombantes para mostrar los dichosos resultados, a como dé lugar, así haya qué fabricarlos, ya sea cambiándole el motivo a la demolición de una casa, para mostrarlo como un éxito en la guerra contra el crimen o ya sea uniformando y poniéndole las botas al revés a un montón de muchachos, desapareciéndolos y asesinándolos, todo para que alguien, en la fuerza pública, preserve su puesto o pueda subir de rango. 

Para cerrar este tema que, como la mayoría de los males de este país se vuelve paisaje reinando el silencio indolente que nos vuelve cómplices, tenemos que convivir con la realidad de que para el gobierno y para algunos medios, termina siendo más relevante el despliegue del orden público y los bochinches en cualquier esquina de Cali, de Ciudad Kennedy en Bogotá, en Pereira o en Barranquilla, que las matanzas como la sucedida recientemente en la vereda El Remanso, en Puerto Leguízamo, Putumayo, donde las versiones oficiales no cuadran.  

Todo lo anterior corresponde a un modelo de sociedad y de autoridad que nos han vendido y que hemos comprado, hace ya 20 años, modelo que tocó fondo por inmoral y nefasto, que tenemos que cambiar si queremos seguir mirándonos en el espejo de los ojos de nuestros hijos, que heredarán ese país mejor que los mayores ya no tendremos.  

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