Por estos días, algunos artistas y gestores culturales, reclaman al alcalde de la ciudad de Pereira, un plan de contingencia que permita a este sector prevenir los posibles efectos negativos que puede generar la aplicación de los decretos derivados de la emergencia por el covid -19. Desde diferentes orillas se han pronunciado artistas y gestores; hay quienes insisten en la necesidad de gestionar recursos para el sostenimiento de los proyectos colectivos y personales, y de otro lado hay quienes proponen hacerse a un lado, bajo el argumento solidario y poniendo de presente que quizás, hay otros grupos que deben ser priorizados ante la emergencia. Unos y otros en sus propuestas – que son mucho más ricas y completas de lo que aquí nombro- dan cuenta ante todo de la importancia de la cultura y el arte en la construcción de ciudad, pues son sus pronunciamientos la evidencia de una preocupación y de una sensibilidad necesaria, sobre todo en tiempos de alta incertidumbre y vulnerabilidad espiritual.
Si me permiten quiero mediar entre las dos posturas y proponerles pensar un plan de contingencia que centre su preocupación en la necesidad del arte y la cultura, para la ciudad; principalmente para las comunidades, los barrios y las personas que no pueden acceder a esta como un “derecho adquirido”. Dicha propuesta está respaldada por la experiencia en el diseño de estrategias metodológicas para el trabajo comunitario de la Corporación Déjalo Ser, una organización que por más de 20 años ha insistido en el arte y la cultura como una herramienta más que necesaria, vital, en la mediación de los procesos comunitarios. Con toda seguridad podemos decirle al alcalde que no se equivoca en poner al lado de la educación, la salud y la alimentación, la cultura y el arte, pues esta resulta también esencial para la vida, una afirmación respaldada en la evidencia empírica, pero también en una convicción íntima, casi vital: la literatura, la música, el teatro, la poesía, pueden salvarnos, o al menos domesticarnos un poco, y aplacar nuestros instintos más destructores.
Joseph Brodsky, ensayista y poeta ruso, en su discurso de aceptación del nobel nos recordaba:
Diré solamente […] que para una persona que ha leído mucho a Dickens disparar contra su semejante, en nombre de cualquier idea, sería más fácil que para una persona que no ha leído Dickens […] y hablo justamente de la literatura, es decir de la literatura y no de la alfabetización, no de la educación. Una persona alfabetizada, educada, puede sin mayor problema, después de haber leído uno u otro tratado político, matar a un semejante e incluso sentir con eso el éxtasis de convicción.
Brodsky en este mismo discurso (Citado por Alejandro Gaviria, en su libro Siquiera Tenemos las Palabras) se lamentaba, que su defensa por la literatura, estuviera basada solo en teoría y no en la experiencia, por fortuna y para nuestra defensa, podemos decirle a Brodsky que constatamos su teoría, desde Pereira, desde Colombia, que efectivamente, y no solo la literatura; el teatro, la música, la poesía han salvado a muchos. Que esa intuición que él tenía sobre el arte como un sistema de seguro moral, lo podemos constatar y que al igual que él creemos que tarde o temprano la oferta (ojala masificada) del arte y la cultura terminará creando su propia demanda.
No sólo debería ser un artículo sino también debería ser un buen consejo para reconocer y conocer el Significado de la palabra cultura y su capacidad de transformación social y personal.
De acuerdo Daniela, es ante todo un consejo, dirigido principalmente a los artistas, gestores y gobernantes
Muy acertdo
Excelente mirada.
Mis respetos.
Me hace recordar lo que significa esta frase que se ha hecho popular: un niño que se anima a querer aprender a tocar un instrumento, jamás utilizará una arma.
Hay que insistir en el arte y la cultura como un derecho, tambien «fundamental» para todos y todas.