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El Burladero

Por JUAN NICOLÁS GAVIRIA

Corría el año 2006, en una Bogotá muy amena para vivir, la recuerdo gratamente pues era una Bogotá ágil, relativamente tranquila y aún asequible. Por esos años yo estaba cursando mi carrera de Economía en la Javeriana y entre mis amigos tenía un grupo con el cual conservaba una amistad que se remonta a historias previas, historias que luego les contaré cuando hablemos sobre el estilo de vida en Estados Unidos y su modelo social.

Sin embargo, debemos recordar que si bien se advertía un entorno de tranquilidad aparente, no podemos dejar de lado que veníamos de un 2003 en el cual Bogotá sufrió varios atentados entre los cuales recuerdo dos, la bomba del Nogal y el atentado con granada en la zona rosa. Ambos atentados dirigidos contra la sociedad civil, en un contexto político convulso.

Quienes estaban chicos no lo tendrán tan presente, pero en el año 2002 dio inicio el primer periodo presidencial del Presidente Uribe y su bandera de la seguridad democrática entre otras cosas generaba ese tipo de represarías contra la sociedad civil, por parte de los grupos terroristas que ya estaban sintiendo el rigor de un estado que los combatía ferozmente.

En cualquier caso, para el año 2006 los padres de mis amigos recién habían concluido la construcción de su casa, una casa ubicada en el barrio Santa Ana, una casa hermosa, grande y funcional. Quisiera decir que la casa de sus sueños, pues desde mi perspectiva era el resultado de muchos años de trabajo y perseverancia levantando su empresa, también una familia de cuatro hijos.

Lo interesante de esta casa, era que en su diseño constructivo y gracias a las características del terreno, se construyó una especia de salón social en la parte inferior de la misma, una especie de “bajos” como se le conoce en nuestra región. Pero este era bastante particular, este se llamaba “El Burladero” y estaba decorado con motivo de la “fiesta brava”, contaba con todo lo necesario para atender cualquier evento social pequeño.

Pues bien, en este “burladero” fueron muchas noches de fiesta y esparcimiento que pasé con mis amigos. En él confluían muchas personas, amigos, amigos de amigos, conocidos, en fin, cualquiera que fuera invitado. Sin embargo, solo hasta hoy muchos años después y ahora que soy padre, logro entender el verdadero objetivo que tenía ese particular espacio y lo irónico de su nombre.

Siempre he sostenido que Pereira es una de día y, es otra en la noche, la Pereira nocturna no nos pertenecía en esa primera década del 2000. En esos años se estaban reordenando las estructuras mafiosas por cuenta del proceso de paz con los paramilitares y la extradición de muchos de ellos, era una Pereira violenta y peligrosa. Sin embargo, la horrible noche pasó y para el 2010 volvimos a reclamar la noche para los pereiranos de bien, los ataques sicariales en zonas de alto tráfico peatonal y restaurantes cesaron, igual que la presencia de estos individuos a los que solo les falta colgarse un aviso de “Se Busca”. Creo que ya no se sentían pertenecer.

Sin embargo, estos últimos dos años he visto cómo este clima de tranquilidad en Pereira se ha venido deteriorando. Puedo ver nuevamente estos individuos sintiéndose cómodos entre la dinámica social, se advierten nuevamente expresiones de opulencia propias de quien ha adolecido. Pero preocupa más el reporte de alerta temprana emitido por la Defensoría del Pueblo, en el cual informa sobre la presencia de grupos armados ilegales en el casco urbano de varias ciudades del país, esto con fines del restablecimiento de actividades y control de las estructuras de distribución de droga.

Para nuestro caso particular el problema que nos aqueja tiene nombre propio, pero no lo usaré para evitar llamadas de esas incómodas donde le ofrecen a uno cosas indeseables, mejor usaré su nuevo nombre genérico, GAO Grupos Armados Organizados. Esto no es otra cosa que grupos delincuenciales con mecanismos de financiación derivados en buena medida del tráfico de drogas y más recientemente la extorsión. A este fenómeno, debemos sumarle el retorno a la vida civil de ex convictos quienes ya pagaron sus penas, pero siguen sin pena en lo que a delinquir respecta.

Nuevamente y como resultado de un proceso de paz, desarme y, desarticulación de estructuras de guerra, como fue el caso del 2002, vemos hoy como los disidentes de estos grupos desmovilizados quienes se rehúsan a abandonar el negocio, y el estilo de vida que promueve, se encuentran en franca lucha por el control de rutas y estructura de expendio en las ciudades de nuestro país.

Otra vez como en la primera década del 2000 la noche le pertenece a otros. Ya no es seguro ni tranquilo salir a disfrutar de la “Querendona, trasnochadora y morena”, nos tocará quedarnos en “el burladero” y ver la fiesta desde la barrera, así tal vez evitemos la embestida de la violencia y el guayabo de una bala perdida.

Finalmente, hoy me gustaría agradecerle a los padres de mis amigos, ellos con el “burladero” nos brindaron un lugar seguro y tranquilo en el cual poder compartir y disfrutar nuestros años de juventud, años que hoy nuestros jóvenes a causa de una nueva ola de violencia y otros apuros sociales, tendrán que vivir atrincherados.

Nota final. El toreo no es arte.

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