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ActualidadEl nuevo mundo en que vivimos

El nuevo mundo en que vivimos

Por Ernesto Zuluaga Ramírez

La pandemia transformó nuestra sociedad. Sabíamos que habría cambios y que las cosas no volverían a ser iguales, pero ahora conocemos cuáles son muchas de las que serán diferentes para siempre. Una tendencia universal preexistente antes del coronavirus era que las personas estaban abandonando los centros comerciales dando preferencia a las compras por internet. Pues bien, esta situación se agudizó al punto en que muchos negocios se vieron obligados al cierre de sus locales durante meses, las tiendas no pudieron pagar los alquileres y algunas se declararon en quiebra o cerraron sucursales. En los EEUU, una de las administradoras de  centros comerciales (107 en total) expresó que más de 30 de sus inquilinos entraron en bancarrota, entre ellas J.C. Penney, Ann Taylor y Loft. Desde enero hasta mediados de agosto cerraron también otros 10.000 establecimientos casi todos minoristas en quiebra mientras que más de la mitad de todos los “malls” de ese país atraviesan una grave crisis financiera. Sin embargo —y en contraste— otros gigantes minoristas que orientaron sus negocios a las ventas por internet como Amazon, Target y Walmart crecieron aceleradamente apoderándose de los mercados. El panorama se acentúa y las cosas seguirán empeorando pues está comprobado que el tráfico de personas en los centros comerciales continúa cayendo. La tendencia es definitivamente irreversible.

El mercado y el mundo laboral también cambiaron. El 52% de los empleos de Estados Unidos se pasaron al teletrabajo y las empresas se están adaptando a este nuevo concepto. Los expertos advierten que una vez ellas y los individuos inviertan en los costos fijos del trabajo remoto continuarán para siempre con este nuevo sistema. Es claro que la crisis del COVID19 obligó a un nuevo enfoque que en la mayoría de los casos probó ser eficiente y productivo y que llegó para quedarse. Los trabajadores no gastan tiempo y dinero en viajes y transporte y hasta su vestimenta se simplificó disminuyendo costos. La venta de ropa y de zapatos formales de hombres y mujeres cayó este año —en ese país— en más de un 70% como resultado de la “virtualización” de la actividad laboral y por otro lado, los trabajadores comprendieron que pueden vivir donde quieren, incluso en ciudades lejanas al de la misma sede laboral. Las empresas también descubrieron que podían ahorrar dinero en inmuebles y en infraestructura comercial. Estas nuevas inclinaciones hacen presumir un cambio sustancial en los mercados de vivienda y de espacios físicos empresariales que seguramente tendrán bajas importantes de precios en aquellos lugares donde antes había congestión.

La empresas relacionadas con la movilización de las personas están también profundamente afectadas y aún no se sabe cuánto más aguantarán. Hertz, la mayor empresa de alquiler de vehículos del mundo se declaró en bancarrota y otras del mismo sector están por el mismo camino al diezmarse su mercado. Las empresas de aviación están todas en grave crisis que muy seguramente se acentuarán con las restricciones al tráfico y las tendencias decrecientes del volumen de pasajeros. La venta de automóviles nuevos también cayó sin que se advierta una recuperación de la demanda en los siguientes dos o tres años.

Muchos otros sectores económicos también están moribundos. Las reuniones familiares reemplazaron a las fiestas y eventos públicos con las consecuencias terribles para los bares y negocios de licor. Los restaurantes que han logrado resistir demorarán muchos meses en normalizarse si es que lo logran. Está claro que el mundo cambió para siempre. Muchas de las actividades cotidianas de nuestra sociedad transitan por un camino sin retorno.

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