Desde las antiguas civilizaciones hasta las culturas modernas, la idea de que ciertas palabras, rituales o incluso miradas pueden desencadenar desgracias, ha sido un tema recurrente en la historia humana y siguen provocando impacto en el comportamiento de las personas que las inventan y en su percepción de la realidad.
Cuando supuestamente el padre Remigio Antonio Cañarte en Pereira lanzó una maldición desde el púlpito, no creo que pensara en una maldición. Entonces, hasta el son de hoy no sabemos quién salió con esa tergiversación o quizás con un malentendido.
Desde nuestros hogares, fundamentados en tradiciones orales, hemos escuchado siempre el refrán popular que reza: Maldiciones de Perro no llegan, para darnos a entender que todo depende de quién la haya lanzado. En otras palabras, lo que se quiere expresar es que las maldiciones o insultos de alguien no tienen poder o efecto sobre otra persona. La referencia Perro en este caso, es posible que se utilice como metáfora para describir a alguien que es considerado de baja estofa, o que no tiene autoridad moral, para emitir juicios o maldiciones.
De la Pereira querendona, trasnochadora y morena, nos queda como muy difícil desprendernos. Nuestro poeta se inspiró seriamente en el carisma y la alegría de su pueblo sin que lo rondara mitificación alguna.
Coloquialmente en el pasado la candonga consistió en que las mentes más conservadoras difamaron a nuestras hermosas mujeres quizás por la ausencia de tino y compostura en su comportamiento, hecho que no es ningún pecado que haya merecido maldición alguna.
Entonces, vuelvo al caso de la famosa maldición de Cañarte que nunca lo fue. El alivio sobre dichos alcances nos la proporciona una investigación histórica que aclara que la afirmación, que no la maldición, la hizo el padre José Joaquín Baena en 1882, a tan solo 19 años de la fundación: ……Un día en plática dominical dijo estas o semejantes palabras: Son tantas las gracias que la Divina Providencia ha dispensado a esta feliz población que me siento inspirado por el Espíritu Santo para predecir que todo individuo que después de haber vivido aquí algún tiempo se retire a otro municipio VOLVERÁ A OCUPAR SU PUESTO irremisiblemente. Así lo narra en las remembranzas sobre Pereira en 1963 el periódico El Diario de Emilio Correa Uribe. «Esto es lo que los campesinos llamaron impropiamente la maldición del padre Baena». Amén.
Directivo SOER -Sociedad Escritores de Risaralda.