ESCAMPAVIA.
Los animales que se asocian para vivir, para cazar, para defenderse, obedecen al individuo dominante, sea la vieja hembra elefante, o el macho más fuerte como ocurre con los simios, los leones o los renos; nosotros los humanos, que al fin y al cabo animales somos, desde el origen de la historia, de los clanes, de las tribus y de las sociedades más complejas, también necesitábamos quién decidiera y por ello los jefes, monarcas y tiranos mandaban; los tímidos ensayos de democracia del ágora griega o el senado romano, eran coadministraciones que terminaban en tiranías o dictaduras, hasta que evolucionamos en la división del poder, para evitar que fuera la voluntad de una persona la dueña de todo.
La lucha por el poder es violenta, mata y destruye a los adversarios, el león derrotado es condenado a vivir y morir solo, los herederos de los reyes asesinaban a sus hermanos, cosa que ya no debería ocurrir, pero ocurre, así los dictadores, el cáncer de la democracia, mantienen el poder a sangre y fuego.
Como la historia se repite, las sociedades menos educadas, más desiguales, menos honestas, son gobernadas por dictadores, dueños absolutos de la nación, de lo que se puede y no se puede hacer, o comer, o pensar, así se incendian libros, se encarcela, cuando no fusila a sus contradictores, se utilizan las armas y se apoyan en lo que llaman el pueblo soberano que termina siendo integrado por aquellos que le son adeptos; las camisas negras, la Milicia Voluntaria para la Seguridad Nacional de la Italia fascista, las Camisas Pardas del Partido Socialista alemán, no son historia remota, se renuevan y aparecen de la mano de los nuevos patriarcas mesiánicos, quienes se autodenominan salvadores de la democracia, cuando son todo lo contrario, el cáncer, el crecimiento desordenado de algo que termina matando a quien lo padece.
El tarjetón, con el cual se remeda un proceso democrático, en la que el dictador vitalicio se reelegirá, aparece el tirano Maduro, el mejor amigo de nuestro presidente Petro, doce veces seguidas encabezando la página y se repite otras más, entreverado en la multitud de candidatos con las que espera dividir los votos que no le son afectos, todos ellos seleccionados por la dictadura imperante, esto es un increíble derroche de narcisismos y una vulgar parodia de lo que debe ser un proceso democrático, del cual se excluyeron los candidatos respaldados por las mayorías, en una estafa pública de la cual será el gobierno de Colombia garante, premonición acaso de lo que nos espera.
El pueblo de Petro, con el cual nos amenaza, compuesto por milicias uniformadas, por los violentos que destruyen incendian y matan, por los fanáticos que aúllan con los puños en alto amenazante, por los ingenuos, aquellos a los que Facundo Cabal se refería cuando dijo que “le temo a los idiotas porque son muchos y eligen presidentes”, y también por muchísimos otros que ni son violentos, ni atropellan, ni son idiotas, pero que quieren un cambio, todos ellos no son ni la mayoría de los colombianos ni tienen el derecho de atropellar a los otros aquellos que no comulgan con el totalitarismo de estado.
Lástima que la democracia esté siendo víctima de los dineros mal habidos, de la trampa y el robo, de aquello de utilizar “todas las formas de lucha”, hoy estamos escuchando a diario la deformación de la verdad, el uso de la palabra que es creadora para, como lo hiciera Donoso en su “Obsceno Pájaro de Noche”, en el cual crea un mundo bizarro para que lo habitara quien era deforme, así nos dicen que el todo será mejor, cuando la realidad nos muestra lo contrario.
Me lee y como no puede argumentar insulta. Pero como no ofende el que quiere sino el que puede, y
no tiene estatura para ofender.
Dice usted: «Lástima que la democracia esté siendo víctima de los dineros mal habidos, de la trampa y el robo, de aquello de utilizar “todas las formas de lucha”, hoy estamos escuchando a diario la deformación de la verdad…»
¿Qué hace, entones usted, de obsecuente lameculos de Matarife o de muy amiguis de Calzones?