El caballo, maravilloso animal sobre cuyos lomos se han abatido y conquistado imperios, es sin duda uno de los más importantes animales de nuestra civilización, diría sin pensarlo mucho que, la domesticación del caballo, ya no para aprovechar su carne y leche (como en el caso de la vaca) sino como medio de locomoción, trasporte y arma de guerra, es sin lugar un peldaño superior en el conocimiento humano.
Los legendarios centauros, tan populares en la cultura griega deben ser la interpretación de un hombre montado a caballo que para el neófito, atacado o asustado por él, parecen un solo ser. Según el artículo “Cuando ellos llegaron” de Autoría de Hugo Niño publicado en un Dominical de “El Espectador”, páginas 6 y 7, sin fecha; en un grabado de hace 4.100 años, se encuentra la primera mención escrita sobre el caballo, en la época de Hammurabi famoso legislador babilónico autor del Código que lleva su nombre, el autor lo llamó “asno procedente del oriente”, quizá en referencia a “El asno salvaje asiático, también llamado onagro o hemión, es una especie de équido de las estepas y montañas de Asia similar al asno doméstico, pero más robusto y de mayor cabeza y tamaño corporal en general que este”( es.m.Wikipedia.org)
El mismo artículo, asegura que el más antiguo registro en la literatura indoamericana sobre de la presencia del caballo en América, corresponde a la descripción que de ellos hicieron los espías de Moctezuma, enviados para vigilar el avance de las tropas de Cortés hacia Tenochtitlán en 1519, que los llamaron “venados enormes, pero sin cuernos” que se alimentaban de hierbas, en ausencia de otro animal que permitiera compararlo (pues no conocían la llama, que era parte de la civilización inca); en lengua Náhuatl, los enviados informaron de la llegada de los invasores, que creían acompañantes del retorno de Quetzalcóatl, lo que suponía alegría para el pueblo indígena por el regreso de su dios, y miedo para los gobernantes que temían que les pidiera cuentas sobre sus actuaciones.
Los primeros ejemplares caballares habían desembarcado el 27 de Noviembre de 1.493 en la española en el segundo viaje de Colón, en el que llegó la primera mujer europea llamada María Fernández. Dice el artículo referenciado:”Sus aderezos de guerra son todos de hierro: los soportan en sus lomos sus venados. Tan altos están como los techos”; pronto la imagen del caballo y su jinete para los artistas aztecas, quedó establecida en simbiosis como la del centauro del viejo mundo.
Se asegura que los magos de Moctezuma habían predicho de su llegada desde al menos diez años antes, dejando consignado en sus códices esos presagios terroríficos, temores que aprovechó pedro Alvarado por la ambición de apoderarse de los tesoros de Moctezuma, aquel traicionó a los mexicas de Tenochtitlán, originando la Noche Negra y el posterior sitio a la ciudad por 80 días, cuyo resultado fueron 240.000 mexicas caídos, 30.000 aliados de Cortés, 68 españoles y varios caballos, las cabezas de los jinetes fueron cortadas y ensartadas sobre las de los nobles animales, con lo que terminó la divinidad de los caballos y sus jinetes, comprobando que no eran Quetzalcóatl ni sus mensajeros.
Con el paso del tiempo, el caballo pasó a ser tema de la literatura indoamericana, en la leyenda chorotega del campesino y el jinete de Costa Rica, el caballo es un fetiche de ostentación para los señores de la tierra que el indio no añora, pues prefiere cargar la carne de venado para alimentarse que ser cargado por aquel.
Hay un relato quechua donde Kori Micuí, un sabio curaca le demuestra a su hijo Pautis que el caballo no come oro, y que cuando los españoles lo piden para dárselo al caballo es una farsa, la prueba consistió en poner frente al caballo de un soldado andaluz dos manojos, uno de paja que el caballo comió y otro de oro al que no le paró bolas.
“Con el mestizaje el indio, caballo, europeo y negro se habrán de fundir en en la vida y la literatura” (Cuando ellos llegaron, de Autoría de Hugo Niño publicado en un Dominical de “El Espectador”, páginas 6 y 7 , sin fecha), recuerda el autor una de las gestas de la independencia, la del indio Rondón que al mando de 14 de sus congéneres de a caballo propina la derrota del Pantano de Vargas a los Españoles, y en Estados Unidos otro indio famoso por su apodo de Caballo Loco, derrota al general Custer y sus tropas.
Los caballos abandonados por los españoles o escapados de ellos, se reprodujeron libremente en grandes manadas, caballos que al no tener dueño reciben el nombre de mostrenco, palabra impronunciable para los yanquis que los popularizaron a través del Ford Mustang. Existe la leyenda que hay caballos vagando en la isla de Assateague, al naufragar el barco donde eran transportados, lo que se confirmó por pruebas de ADN (es.noticias.yahoo.com). C
Con el pasar de los siglos en libertad, el caballo ya no es el inmortal compañero de los dioses, sino un amado compañero de trabajos, sufrimientos y alegrías, se hace americano, tanto que hay un poema navajo citado por el mismo artículo reseñado que dice:
¡Como relincha alegremente! / ¡Escucha como relincha alegremente el caballo turquí del dios Sol!
De pie, sobre pieles preciosas, / ¡Cómo relincha alegremente! / Allá lejos, se nutre de pétalos de flores nuevas; / ¡Cómo relincha alegremente!
Allá lejos, levanta polvareda de estrellas: / ¡Cómo relincha alegremente!/ Todo oculto en la bruma de pólenes sagrados: / ¡Cómo relincha alegremente!
Allá lejos, sus vástagos se reproducen eternamente: / ¡Cómo relincha alegremente!
El gran escritor Germán Espinoza, habla de una charla suya con Clemente Manuel Zavala, donde el último afirmó que “el caballo era el único animal que desde lejos olía la batalla: que era, fundamentalmente, una perfecta máquina de guerra”, luego cayó en cuenta que Zavala citó una frase del libro de Job 39, 19-25; según el maestro Espinoza, lo mejor que se ha escrito sobre el caballo proviene de un judío que dice:
¿Diste tú al caballo la fuerza? / ¿Vestiste tú su cuello de crines ondulantes? / ¿Le intimidarás tú como a langosta? / El resoplido de su nariz es formidable. / Escarba la tierra, se alegra de su fuerza, / sale al encuentro de las armas/ hace burla del espanto, y no teme. / Ni vuelve el rostro delante de la espada. / Contra él suenan la aljaba. / El hierro de la lanza y de la jabalina; / Y el con ímpetu y furor escarba la tierra. / Sin importarle el sonido de la trompeta; / Antes como que dice entre los clarines: ¡Ea¡ / Y desde lejos huele la batalla. /El grito de los capitanes y el vocerío.
Dice el maestro Espinoza: “Pero a los griegos no podía satisfacer el mero espléndido corcel pedestre. Uno de ellos, Belerofonte, hijo de Glauco, nieto de Sísifo, columbro cierto día, en el cielo transparente de la Hélade, un caballo alado, que le resultó indómito. Debió apelar, para apaciguar a Pegaso, a las artes de Atenea, que le proporcionó un freno de oro ante el cual la bestia divina calmó su arrebato”, anteriormente Pegaso había hecho brotar la fuente Hipocrene, luego consagrada a las musas, por lo que se les llamó pegásides, quedando así el caballo vinculado al numen de las ciencias y artes.
Asegura Espinoza que el caballo símbolo de la vida, lo es también de la muerte, hay un vínculo entre Eros y Thánatos, y ella habitualmente cabalga en una carcasse de caballo: “A caballo vendrán –oh depredadores del medio ambiente- los cuatro heraldos apocalípticos. El primer corcel será blanco, y acaso no traiga desdichas. Pero el segundo, Alazán; el tercero negro, y el cuarto, bayo, traerán consigo la guerra, el hambre y la muerte. Al final de los tiempos, la humanidad en conglomerado, que amó al caballo pujante, tendrá también ante sí, para amarlo si así lo quiere, al caballo esquelético, al caballo fantasmagórico, al caballo fatídico”
Lo polifacético del caballo lo recuerda el gran novelista Germán Espinoza: “Lo sensual, lo guerrero, lo inspirado y lo honorífico y lo fúnebre poseen un probable punto de coincidencia el caballo” (Artículo de Autoría Germán Espinoza, publicado en Magazín Dominical de “El Espectador”, página 5 , sin fecha), según él “Esa bestia magnifica es una especie de resumen de lo erótico: La armonía de sus músculos, sus ancas catedralicias, sus enormes y sinceros ojos laterales, la gracia con que piafa, su largo y esbelto cuello, su pelo corto y tupido, sus orejas puntiagudas y móviles y, sobre todo, el ímpetu con que suele conducirse, todo propende a erigírnoslo en viva y mágica representación de la potencia”, esa apreciación se veía a veces en películas donde en la parte más explícita del acto sexual se lo reemplazaba por la imagen de un garañón persiguiendo con crin alborotada y ollares dilatados y resoplantes a su yegua. Recuerda el señor Espinoza que en él se llevaban a cabo los duelos de los caballeros de la edad media, también lo usaron los príncipes para rescatar doncellas custodiadas por dragones, y Lady Godiva se paseó desnuda en él.
Hola apreciado amigo Andrés Fernando, que bueno volver a saber de ud, mil gracias por su generosidad, mil saludos.
Gracias hermano, es UD muy generoso, mil recuerdos y bendiciones.
Excelente artículo. Se aprende mucho sobre un ser tan especial como es el équido más hermoso del planeta desde mi punto de vista.
Me gustan mucho tus artículos, Danilo, por la variedad de temas que abordas, lo cual hace más grata e interesante la lectura.