En nada benefician a los productores del campo con los tales mercados campesinos: son mercaderes de conocida pelambre, impostando lo que no son ni mucho menos les importa.
Cuando andábamos con la estera bajo el brazo, entre un automóvil aperado de cuna entre cualquier moisés equipado con vástago y todo; cuando escampábamos sobre el puente de Cajamarca y bajo el escritorio de Radio Sutatenza, sin el ruido de llantos o murmullos que dañaran las grabaciones, en esos tiempos buscábamos la compra caminera. Algunos auténticos productores sacaban a bordo de carretera sus productos, para buscar una pequeña tajada de lo que abusaban los intermediarios, y nos ofrecían a buen precio … De eso pasaron muchos viajes y quedó solo el recuerdo.
Ahora nos vienen a ofrecer en plazas conocidas presuntos productos, carísimos, con engaños distintos. Comenzando con ese viejo truco de los productos «verdes», sin químicos. Y algunos procesados, como el café, con sabor a tuna, a cítricos o a pastos finos de follaje para ganados y cuanto rastrojo dejan pelechar bajo caturrales, dizque para hacer más auténtico el café que venden al doble de lo pagado en supermercado o en tienda. Caro café.
Seguimos viendo docenas de marcas de cafés «de origen» sobre góndolas del supermercado, rebajados al 50 o al 70% de su precio y aún quedan a 19 mil la unidad de 250 gramos. No quieren que sigamos tomando esa bebida que por cierto es absolutamente inocua, que no alimenta, ni apacigua, ni engorda o adelgaza y ni quita ya siquiera el sueño. Pero que compramos y bebemos por costumbre. ¡Tiene los días contados!
No es que les hayan abierto los ojos. Los campesinos colombiano pueden parecer, como decía mi amigo Árias, pero no ejercen…
Algún mercader ofrecido les lavó el cerebro. Con esa conciencia de muchos de ahora, de tomar venganza por todo, pusieron a los productores de alimentos y productos básicos, a pelearse con los consumidores. Estéril y absurda pelea.
Hay suficientes de esos elementos en el mercado, que pueden sustituir a los raizales y nos consagramos como consumidores de importados para todo. Como de trapos malos asiáticos y otras yerbas. Por el precio.
¿Seguimos jugando a eso?
El campesino no es sujeto de derecho por ello es tratado como paria por una sociedad citadina que lo requiere para aubsistir, pero que poco ñe importa la vida misna de ellos que labran la tierra con sus humildes manos.