Dipárale, dispárale, grita un asaltante a su compinche; coroné, le dice un eufórico matón a su novia quien responde con alegría la tétrica noticia; un joven es asesinado en los cerros de Bogotá mientras acampa, un muchacho en plena avenida y a media mañana muere después de recibir puñaladas en el pecho para robarle la bicicleta, otros más por portar un celular; a la noticia de la muerte del oficial de la policía Juan Pablo Vallejo habrá que sumar la de otros dos patrulleros asesinados, estas noticias de esta semana dejan una estela de dolor que enluta a la patria, a familias destrozadas por quienes hacen de la muerte un lúgubre oficio, una profesión.
Nos preguntamos: ¿quiénes son los asesinos?, por qué parece incrementarse la violencia urbana después de los paros que enlutaron y arrasaron con sistemas de transporte, paralizaron a las grandes urbes y quemaron a gente viva; será que a esa protesta ciudadana, en la cual participaron gentes de bien a quienes se sumaron: desadaptados, bandas de saqueadores, asesinos, y combos entrenados llenos de adrenalina, quizás esta variopinta mezcla de jóvenes sin razón ha dejado una secuela de violencia o quizás estamos sufriendo una manifestación nueva de la acción de grupos organizados.
Erróneamente se ha hecho creer que el conflicto armado es la mayor causa de muertes violentas en Colombia, en efecto en 2.019 Marína Pasquale recoge un informe del Centro de la Memoria Histórica el cual registra que entre 1.958 y 2.018 han muerto 261,619 personas como resultado del conflicto armado, de ellos 47.000 fueron identificados como combatientes y los paramilitares y los grupos guerrilleros fueron responsables de 131.265 asesinatos.
A pesar de que no quisiéramos hablar de los números de los muertos porque es tratar de cuantificar la secuela de dolor que dejan las vidas que no se pueden recuperar, lo cierto es que esta maldita confrontación, ha causado en promedio, en el período considerado, 4.360 víctimas, cuando registramos años con 31,807 decesos violentos y nos sentimos aliviados cuando esos números descendieron a partir del año 2.012 a cifras que rondan entre los 10 a 12 mil muertes por año, la conclusión es que las muertes por atracos, intolerancia, venganzas, licor, violencia intrafamiliar, es responsable de la mayoría de los insucesos de sangre en Colombia.
Es una cruel realidad que la violencia en América ocupa los primeros lugares en el concierto mundial, Centro América, África y muchos de los países Sur Americanos registran cifras pavorosas de violencia, a veces cinco o seis veces superiores a los de sus vecinos y por ello es necesario entender que no conseguiremos La Paz con el sencillo método de comprar el silencio de los fusiles con dádivas y prebendas; ni será un logro de políticos en busca de medallas y de un lugar en la historia; se hace necesario mirar con mayor detalle a nuestra sociedad, entender las razones por las cuales hemos llegado a estos extremos, requerimos del concierto de sociólogos, sicólogos, siquiatras, educadores y del cambio del comportamiento de la sociedad entera: de los jueces, de los padres, de los maestros, de los influenciadores, de la prensa, de los líderes religiosos y políticos, para encontrar la raíz de este gen que causa tanto dolor, tanta desgracia y que tan caro nos cuesta.
Nuestra solidaridad con Grabriel Jaime Vallejo, con la soledad que deja en su familia una ausencia irreparable y particualmente con la esposa de Juan, con sus dos bebés que han sido tan duramente castigados por el inexistente delito de ser hijos y compañera de un hombre de bien quien luchaba por una Colombia, por una patria más segura.
Veinte años de gobiernos uribistas y siguen buscando la raíz del problema? Que el problema es toda Latinoamérica para consolarse con el “mal de muchos” ? La brecha social, la enorme desigualdad económica y cultural, y la pobreza son la causa de nuestra hecatombe, por qué lo disimulan? Asuman sus responsabilidades!