Por: Ferley Henao Ospina
Debieron reaccionar frente a los potenciales problemas alimentarios de Pereira y Risaralda que se vislumbraban y que eran evidentes para después de la pandemia. Aunque tenían la responsabilidad de buscar soluciones y estaban llamados a ser quienes encendieran las alarmas, no consideraron ninguna estrategia o medida para enfrentar las consecuencias. La hambruna está al acecho, ya está tendida la emboscada.
Cuando el Concejo de Pereira discutía el Plan de Desarrollo 2020-2023, ante una audiencia integrada mayoritariamente por concejales que asisten con la decisión previamente tomada, invitado por la bancada Verde (oposición) Nancy Henao y Esteban Gañán, anuncié que estamos a las puertas de una hambruna si no se hacen los ajustes esenciales de seguridad alimentaria.
Pues ya nos asedia y a nivel global se está hablando seriamente de una potencial escasez de alimentos. El problema está siendo abordado con preocupación en diversos lugares del planeta, EL PAÍS de España titula el análisis de la Red de Expertos-Planeta Futuro: “La pandemia debe transformar la agricultura global” y sostiene que “considerando la fragilidad del sistema alimentario, cualquier contracción de la oferta o restricción de las exportaciones revertiría rápidamente las tendencias recientes de los precios, que podrían elevarse significativamente y socavar todavía más la seguridad alimentaria”.
No se nos olvide que Pereira y Risaralda son importadores netos de alimentos ya que la producción local, aparte de ganadería, café, plátano y caña, son mínimas porciones de muy pocos productos.
EL ESPECTADOR del jueves 30 de julio titula: “Hambre, la peste que vendrá” un análisis de Cristo García Tapia desnudando estas realidades que quedaron invisibilizadas en los Planes de Desarrollo, como si por esconderlas dejaran de existir.
El autor lamenta que “En Colombia están dadas las condiciones básicas para que el virus del hambre encuentre el hábitat propicio para desarrollarse y propagarse sin límite ni control: el histórico y cada vez más creciente déficit en la producción de alimentos y su inestable acceso a millones de compatriotas, se erige en la variable más significativa entre todas las que van a ser determinantes para caer en la trampa mortal del hambre”.
Colombia, el país que todos imaginábamos agropecuario, importa una proporción muy elevada de los alimentos que consumimos, 100% trigo, soya, lenteja, cebada, garbanzo, tomate para proceso; 80% del maíz. (Trigo 800 mil toneladas; soya 1,4 millones de toneladas; lenteja 14 millones de toneladas; maíz 5,5 millones de toneladas año) desastroso escenario.
García Tapia le pone a estos inexplicables y vergonzosos datos, que les acabo de presentar, una estocada dramática: “Se importan 80 mil toneladas de leche, 40 mil toneladas de papa congelada, 120 mil toneladas de arroz, 80 mil toneladas de carne de cerdo, 250 millones de dólares en leguminosas, además de carne de res, pescado y pollo, cuyo costo total oscila entre 7 mil y 9 mil millones de dólares anuales”.
“Hay que destacar el caso de Colombia, que pasó de ser exportador neto de alimentos durante el período de 1980-1989, a ser importador neto durante el último período” puntualiza Joaquín Arias Segura, especialista en Políticas y Comercio del IICA, en el informe de “Seguridad Alimentaria y los Países Importadores Netos de Alimentos de las Américas”
Si semejante diagnóstico no es suficiente para que los gobiernos departamentales y municipales reaccionen y busquen la manera de revertirlo, entonces qué están haciendo allá. ¿Cómo puede entenderse que un campesino salga de la finca y en el pueblo compre maíz, cebada, garbanzo, lenteja, leche, fríjol y otros productos agropecuarios importados? Nadie lo entiende, pero sucede de manera regular en todo Colombia y de manera muy particular en la región cafetera.
Los que están administrando lo público no son proactivos, solo reaccionan cuando ya es tarde, es una explicación para que estén dejando que esto también ocurra, como acaba de suceder lo del Portal de la Villa. Todo el mundo sabía que se iba a venir abajo pero ellos tenían que esperar que se derrumbara. Una vez causada la segunda tragedia, entonces sí pudieron activar las gestiones locales para conseguir que vengan los recursos y nacionales para girarlos. Con la pandemia también esperamos a tener los casos para reaccionar y tardíamente comenzar a conseguir los respiradores.
Gobernantes REACTIVOS, eso no sirve para nada. En el sector privado un reactivo no tiene opción de ser contratado, eso es un estorbo.
Se centran políticas financieras y económicas para favorecer a las mismas clases políticas, élites sociales.
El populismo de los gobernantes nacionales y regionales, quienes en época de campaña política , montan un discurso de protección , de igualdad, de innovación tecnológica en el campo, de vías de comunicación, de industrialización, y todo queda muerto allí.
El senador jorge Robledo viene denunciando está situación de descuido del agro colombiano desde hace 30 años, …y todo el mundo se burla de él.