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LUIS FERNANDO CARDONA
Director Fundador

Actualidad¿Hay equipo de gobierno?

¿Hay equipo de gobierno?

Definitivamente el estilo que tiene Gustavo Petro para gobernar es extraño y riñe con los cánones tradicionales que aprendimos y que conocemos. Es autócrata, solitario, impredecible. Desde su ejercicio como alcalde de Bogotá había mostrado estas facetas. Su gabinete distrital nunca se sintió a gusto y varias de sus figuras terminaron apartándose con profundas diferencias tanto en lo programático como en lo procedimental. Ahora no es distinto con su mandato presidencial. La crisis de gabinete que se desató esta semana así lo corrobora.

Desde la presentación de los proyectos de ley más importantes que Petro pretende llevar al Congreso de la República se han hecho evidentes varios conflictos de índoles diversas. Varios de sus ministros han reconocido que no hubo conversación previa con el mandatario antes de tomar posesión de sus carteras y otros expresan que tampoco lo logran hacer en el ejercicio mismo de sus cargos. Quizás allí estriba el hecho común de que un funcionario afirme una cosa y otro diga algo contradictorio o incluso contrario. El país no siente que el Consejo de ministros sea el escenario de diálogo y concertación donde se filtran los proyectos antes de hacerse públicos ni donde se elaboran las políticas de gobierno. Es innegable que hay ministros de primera categoría y ministros de segunda.

Un estilo de gobierno como este hace las cosas muy difíciles y logra que los principales colaboradores del presidente parezcan ruedas sueltas con improvisaciones que desdibujan las intenciones de cambio. La salida de los ministros de Cultura, Educación y Deportes no es de extrañar. Alejandro Gaviria en alguna entrevista durante la campaña presidencial había pronosticado que a los seis meses de gobierno llegaría el primer remezón en el gabinete como producto de la falta de cohesión y que vendría entonces una inevitable tendencia a la concentración de todas las decisiones en cabeza del presidente. Parece muy acertada su predicción.

Por otro lado, es claro que Petro no tiene la obligación de avisarle a los ministros acerca de su salida, pero si es por lo menos una descortesía y en mi opinión una grosería el que se enteren por los medios de comunicación. No basta un agradecimiento público posterior. El actual gobierno sabe que una de sus evidentes debilidades es la oposición que se gesta desde la mayoría de los medios de comunicación de propiedad de grupos de élite que no lo acompañaron en su triunfo electoral. Pero no se ayuda. No comunica bien y por el contrario expresa improvisaciones difíciles de entender. A las muchas que son de conocimiento público hay que añadirle que la nueva ministra de deportes ha sido ajena a cualquier actividad relacionada, cosa que difícilmente mejorará el desempeño de María Isabel Urrutia quien nunca ocupó un cargo directivo —fuera de «congresista» si es que este cargo clasifica— y cuyo único mérito fue su desempeño extraordinario como deportista. Cosa distinta parece el nombramiento de Aurora Vergara en Mineducación; no solo venía ejerciendo como viceministra, sino que tiene el bagaje y el conocimiento para enfrentar el difícil reto que le asignaron. ¿Pero, hablaría con el presidente Petro?

No pretendo jugar a la bola de cristal, pero no creo que alguien ponga en duda que antes de tres o cuatro meses vendrá el segundo remezón. Hay muchas fisuras.

Petro agota muy rápidamente su popularidad y no lo digo por sus propuestas temerarias y atrevidas, sino por la conducción de su equipo y por su pésimo manejo de medios. Esto le hará más difícil el camino. Y si las vías institucionales se van cerrando, ¿cómo conseguir el cambio?

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