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LUIS FERNANDO CARDONA
Director Fundador

Actualidad Ideología para  la paz

 Ideología para  la paz

«Donde hay lucha ideológica, hay lucha revolucionaria,» decía  Lenin subrayando la importancia  del  análisis teórico  sobre los problemas políticos. Aspecto  que las FARC y el ELN habrían perdido de vista debido a que practican  un militarismo  hirsuto_ financiado hasta con el narcotráfico_,  que   constituye   la negación de  cualquier ideal  revolucionario.

Pero ¿En realidad es éste el  principal  problema que se plantea a la subversión para firmar la paz?  Algunos  politólogos europeos no lo creen así. Ellos consideran que en el plano internacional  nuestros subversivos están poco menos que  ideológicamente aislados, pues hace décadas no existe un  país  marxista  que  exhiba  resultados económicos positivos. La China debe su poderío a la existencia de un feroz mercado capitalista. Y  ¿Qué tan  sinceramente marxistas pueden ser  los dirigentes de un país donde el  presidente y secretario general del Partido  Comunista posee una fortuna calculada en unos 2.700 millones de dólares y cuyos colegas del comité central  amasan capitales similares ?

Vietnam  parece formalmente comunista, pero  en Hanói y Saigón los obreros de  las fábricas levantadas por el capital extranjero toman Coca Cola  y  comen hamburguesas Mac Donals.  Los de  Cuba apenas  subsisten económicamente  y tienen la certidumbre de que el régimen es insostenible por sus propios  medios. Quedaría Corea del Norte, una   increíble «monarquía comunista» cuya potencia nuclear se mantiene  mediante una atroz dictadura, y cuyo pueblo envidia los niveles de vida alcanzados por sus  compatriotas del Sur.

Si esos son los resultados de centenares de años dedicados a  subvertir el orden capitalista, es claro que el marxismo_ al menos en su aspecto político_,   ha fracasado históricamente.  A pesar de que Marx realizó las más aguda crítica conocida al sistema capitalista, y que  sus teorías movieron las masas  por más de cien años, desatando cruentas revoluciones y guerras civiles.

Un ex canciller de México, Carlos Castañeda, hace una década predijo con gran agudeza que los únicos movimientos  marxistas  exitosos en  América Latina serían aquellos que  abandonaran las armas   y  también  la  teoría  de  la «dictadura del proletariado»; como en efecto  ocurrió en Venezuela y Nicaragua, con resultados bastante dudosos para el futuro pues dependen del viejo vicio latino del caudillismo.

Tal es el panorama ideológico e internacional que acompaña a la subversión colombiana. No es nada halagüeño. La realidad de esta situación política, sumada a su escasa influencia sobre las masas urbanas de Colombia_ en  un país donde más del 80% de la población está  radicada en terrenos  citadinos_, hace inviable continuar la lucha armada desde el punto de vista de la teoría revolucionaria.

Si no se puede ganar una guerra, si además las únicas perspectivas de continuar la lucha son de naturaleza política, entonces, hasta el más recalcitrante de los marxistas criollos debería aceptar que se firme una paz de compromiso, que permita  utilizar  otros medios.  Y aquellos que   se esforzaron por suprimir la «explotación del hombre por el hombre»,  no debieran preocuparse demasiado: La lucha continuará_ por otros medios no violentos_, mientras haya humanos que se  sientan responsables  por  otros  humanos que sufren. Al fin y al cabo el profeta barbado lo sentenció en su oportunidad: «El marxismo es una  doctrina que se supera a sí misma».

 

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