POR ÁLVARO ZULUAGA RAMÍREZ
Merecido homenaje a quien representa con hidalguía la “raza pereirana”, como fiel descendiente de los ancestros que forjaron la tierra de promisión en la que se convirtió Pereira desde sus más tempranas calendas, Juan Guillermo Ángel Mejía ha cumplido -a través de su trayectoria pública y privada- con unos principios y unos valores que no son nada diferente a lo que ha dado en llamarse “pereiranidad”.
Polémico, tozudo, audaz y prepotente son algunos de los adjetivos escuchados en medio de los exuberantes y merecidos honores rendidos y en todos hay algo de cierto, pero son “las grandes almas, como las montañas, las que desencadenan tempestades”, con su talante no podía ser diferente.
Su pulcritud en el manejo de la “cosa pública” ha sido reconocida por tirios y troyanos, hasta sus más acérrimos contradictores declinan sus argumentos ante la escrupulosidad de su ejemplo.
Siendo un líder “del siglo pasado”, como jocosamente lo afirmara alguno de los oradores en el acto solemne de la Universidad Tecnológica, considero que todavía tiene mucho por aportarle a la tierra que le vio nacer.
En mi opinión, y quiero dejar en claro esto, en mi particular opinión, Pereira ha tenido muchos accidentes políticos que han desfigurado las calidades y los objetivos de sus administradores públicos, qué lejos estamos de aquellas figuras que solamente buscaban el servicio y el engrandecimiento de su ciudad, no quiero mencionar nombres para no caer en odiosas omisiones pero obviamente Juan Guillermo se encuentra en esa altiva nómina. Pero los dos accidentes más graves, repito, en mi opinión, que han llevado al deterioro administrativo pereirano son, la elección popular de alcaldes y la elección de César Gaviria Trujillo como Presidente de la República. La primera eliminó los filtros de honestidad, transparencia y vocación de servicio público que se le exigían a nuestros funcionarios y por ahí se han escurrido muchos indeseables. La segunda, a pesar del orgullo que significa para nuestra ciudad tener un hijo en el Solio de Bolívar, nos trajo consecuencias de las cuales no nos hemos podido recuperar. Me explico, es normal que toda comunidad, en el mundo entero, vaya preparando a las nuevas generaciones para adelantar el relevo en el manejo su administración y así lo venía haciendo Pereira con una generación que prometía cosas grandes pero el presidente Gaviria, como era de esperarse, los llamó a acompañarle en la administración nacional dejando un vacío local que fue ocupado por personajes cuya preparación y principios no obedecían a la tradición cívica pereirana. Con algunas excepciones perdimos las calidades de liderazgo que nos diferenciaban del resto del país.
Es hora de recuperar para Pereira la transparencia y la pulcritud de sus conductores, es hora de volverle a demostrar a la nación entera quienes somos y de qué estamos hechos, y para eso debemos adelantar una cruzada cívica, como las muchas que nos caracterizaron, sin distingos de color político y con el concurso de todas las fuerzas vivas de la ciudad, que rescate los espacios perdidos. A la luz de lo observado el miércoles 27 de octubre en el Auditorio Roa Martínez de la UTP y por todos sus antecedentes creo que la persona indicada para liderar esta gesta es Juan Guillermo Ángel Mejía: esperamos sus instrucciones.