Por: Juan Antonio Ruiz Romero
Las angustias laborales, económicas y de subsistencia generadas por la pandemia han aplazado un análisis riguroso sobre lo ocurrido en la clínica Los Rosales de Pereira, en donde se registra la mitad de los contagios en el departamento.
Revisemos lo sucedido: Hace dos semanas, el miércoles 15 de abril, la secretaría de salud de Risaralda confirmó los primeros diez casos positivos de médicos, enfermeras y auxiliares vinculados a ese centro asistencial. De inmediato, se dispuso el aislamiento en casa de los contagiados; la cuarentena obligatoria, en hoteles, a sus compañeros de labores y la realización de pruebas a todos los empleados y pacientes de la clínica.
En forma paralela y en cumplimiento de las medidas de cerco epidemiológico, se ordenó el cierre temporal preventivo de la Unidad de Cuidados Intensivos -primer foco de contagio-, de Urgencias y de todos los demás servicios del centro asistencial. Así mismo, las autoridades sanitarias exigieron la desinfección y esterilización de toda la clínica como requisito fundamental para la futura reapertura de servicios.
Al cabo de quince días y luego de efectuar los exámenes correspondientes a todo el conglomerado humano asociado a la clínica Los Rosales, la secretaría de salud reporta 90 casos confirmados: 74 de integrantes del grupo médico-asistencial; 6 del personal de apoyo, 6 pacientes y 4 contagios en la parte administrativa.
De acuerdo con el seguimiento epidemiológico, el brote detectado en la clínica llegó del exterior a la UCI y, por las características del virus, se expandió entre quienes allí trabajan y más adelante a los pacientes hospitalizados.
A pesar de las 185 personas confirmadas con el Covid-19 en el departamento de Risaralda (cifra al lunes 27 de abril), el hecho de que la mitad de dichos contagios correspondan a un solo lugar, nos indica que el foco principal fue identificado y que, a través de las muestras tomadas a todo el personal y analizadas en el laboratorio de Biología Molecular de la UTP, se logró cortar su ritmo de expansión.
Ahora lo que viene para la clínica es bastante incierto. Más allá de si se cumplieron los protocolos y contaban con elementos de bioseguridad, la pandemia golpeó su imagen y credibilidad como institución de salud. A las reiteradas advertencias emitidas por los gobiernos a los ciudadanos de evitar los servicios de urgencias, salvo una emergencia vital, se sumará ahora el temor, a todas luces razonable, de ser atendidos en dicho centro asistencial.
El daño ya está hecho. Ni las largas horas de espera en la sala de urgencias de hace algunos meses, ni la falta de camillas y sillas de ruedas, ni las complejidades de un servicio claramente desbordado, causaron tanto efecto. El virus generó un desgaste muy grande en la marca y en la recordación de los usuarios. Y aunque fue un agente externo el causante de la crisis, será muy difícil para la clínica Los Rosales recuperarse.
Una frase del reconocido hombre de negocios Warren Buffet sintetiza la situación: “Tardas 20 años en construir una reputación y cinco minutos en arruinarla”.
Oportuno anàlisis y sobre todo muy preocupante la situación y el manejo que se le dió a la misma.