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LUIS FERNANDO CARDONA
Director Fundador

ActualidadLA ERA DEL HIERRO Y LOS RULOS DE MI SUEGRA

LA ERA DEL HIERRO Y LOS RULOS DE MI SUEGRA

Alvarito, ¿me acompaña a El Progreso a comprar unas cosas? me pidió la señora Nohra el pasado diciembre. Llegamos al lugar una tarde, iba a comprar regalos navideños pero no quería que mi suegro ni Juanita, mi hija, se dieran cuenta. En uno de los pasillos ingresamos a un local donde venden miles de artículos de belleza femenina y preguntó por unos rulos – tengo un mechón rebelde- me dijo, la señora que atendía sacó de una bolsa algunos y mi suegra escogió tres de color naranja fosforescente que pagó.

El episodio me trasladó a la década de 1960, mi mamá nos mandaba junto a alguna hermana mayor al almacén «Tu y Yo» una miscelánea en un segundo piso que atendía una señora con gafas de gato y que creíamos solterona, allá comprábamos las ligas para las medias de nylon, acetona y alcohol en frascos transparentes pequeños tapados con corcho, algodón, la resistencia para la plancha, los bombillos Phillips de 60 o 100 v, los tubos para el radio, el caucho para la cauchera, los botones, el tubino de hilo, regalos especiales como el jabón «Para Mi», las lociones para mi papá «Pino silvestre u Old Spice de Shulton», las cremas C o S de Ponds, las brochas y cuchillas Gillette, la cuerda original del Yo-Yo Russell, los trompos, las canicas, los faroles navideños en forma de acordeón que colgábamos, las bolsas de laca para el cabello, la goma para pegar, piola, pañales de tela, ganchos para pañales, biberones de vidrio marcados con las medidas, chupos, tirantas, corbatines, el tarro de Mexana, las fichas para el parqués, calcomanías, pañuelos, mancornas, corbatas, monederos, encendedores, cuadernos Norma o Cardenal, tinta china, plumillas, secantes, pliegos de cartulina, lápices, en fin, cientos de cosas.

La década de 1960 ha quedado en nuestra vida como la época que marca el límite entre lo que los que crecimos en ella llamamos «todo tiempo pasado fue mejor», para mí fue el final de la era del hierro, del papel, del fique y muchos materiales utilizados en nuestra cotidianidad.

Recuerdos desordenados llegan a mi mente, como cuándo mi padre nos compraba el tarrito de leche condensada «La Lechera», le abría dos huecos con puntilla y martillo, las pelotas de letras eran de caucho, los balones de cuero, comprábamos un kilo de carne que nos envolvían en periódico (los titulares quedaban grabados en el cuero de la sobrebarriga), la tubería era galvanizada, el pan lo empacaban en bolsas de papel, en la casa no faltaban los platones de aluminio de diferente tamaño, el balde y los utensilios de cocina también de aluminio o esmaltados como las olletas, las bacinillas, se mercaba en canastos de fibra vegetal, los radios y otros electrodomésticos eran de baquelita, el molinillo de madera, el vidrio era importante, la mermelada era empacada en vasos de vidrio que después usábamos para el jugo, también la Coca cola y el aceite.

Pero llegó el plástico y los derivados del petróleo y aparentemente nos facilitó todo, las bolsas no volvieron a ser de papel, las pelotas ya no son de caucho ni los balones de cuero, los tubos son de PVC y los vasos de acrílico, existen senos y nalgas de silicona, pelucas, peluquines, zapatos, tenis, pulseras con perlas,   casi todo es plástico o similar y nuestro planeta no aguanta más, debemos regresar a la era del hierro, del papel, del canasto o del vidrio.

¿Señora Nohra como le fue con los rulos? – No me sirvieron, no apretaban lo suficiente y se me rompieron, ya las cosas no las hacen como antes. -Pero su mechón rebelde es coqueto, le dije.

 ALVARO CAMACHO ANDRADE

Agosto 2 de 2023

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