La flor del pantano.

ESCAMPAVIA.

          A pesar de estar retirado de la política activa, no puedo ser indiferente a la suerte de mi ciudad, a la que he servido y  me ha respondido con generosidad que hipoteca mi gratitud, por esa razón he recibido a todos los candidatos a la Alcaldía, los escuché, les participé de mis preocupaciones e incluso me atreví a opinar que las posibilidades de hacer realidad sus propuestas estaba en la concertación, en conseguir acuerdos; les reiteré que lo que la gente quiere conocer son sus propuestas, la manera cómo atenderán las necesidades de la ciudad, sus condiciones que lo harían mejor que sus émulos en la dura tarea de gobernar y reiteré que la llamada propaganda negra, aquella que se dedica a desacreditar a los émulos utilizando “todas las formas de lucha”, generan daños irreparables a la democracia, a las personas y a la ciudad.

Los raponeros señalan al infinito y vociferan, cójanlo, cójanlo; de igual manera, en la política, hace carrera el: “todo hiede, en medio de esta inmundicia yo soy la única flor que esparce su aroma y embellece el lodazal”.

 Las acusaciones sin pruebas, la utilización solapada de verdades a medias, el guardar la evidencia para utilizarla con fines electorales, la  descalificación de los adversarios por cercanías familiares o laborales, los anónimos que difunden el: “todo el mundo sabe”, “me contaron con pelos y señales” “que se investigue”,  el uso de delincuentes condenados para enlodar a los enemigos, sin duda le hacen daño a la víctima, pero poco logran cambiar opiniones ya formadas y menos garantiza votos, por el contrario muchas veces rebota con los mismos detestables argumentos, situación que también ilustran muchos, como lo hace Luis Enrique Arango, en su último escrito.

 La otra cara de la moneda es callar cuando se tienen pruebas de delitos, puesto que es deber legal denunciarlos tan pronto como se tenga conocimiento de su ocurrencia, como también es pecado guardar la información para con ellas o chantajear a la víctima o para utilizarlas cuando el acusado por el libelo ya no pueda responder.

         Para ilustrar lo que lamentamos cito un audio, de quien esconde su identidad, da nombres, ciudades y regiones, para aparentar la veracidad a la versión de que uno de los candidatos es patrocinado por un cartel criminal y el otro por la otra asociación para delinquir, nos preguntamos entonces: ¿cómo se enteró el denunciante?, y finalmente, es necesario preguntar, ¿quién se beneficia?, el “cui Prodest” del Derecho Romano. En mi concepto, ni Maicol Lopera, ni Mauricio Salazar, pueden ser calanchines de organizaciones criminales, entre otras razones porque no son ni tontos, ni novatos y saben que recibir dineros mal habidos siempre termina en catástrofe.

         Por mi formación académica sé que la estadística es una disciplina seria y confiable, que quienes destacan las pifias de vaticinios electorales, se abstienen de mostrar los aciertos que son infinitamente superiores a los que fallan, razón por la cual, en mi concepto, la Alcaldía de Pereira se definirá entre los dos candidatos que lideran por amplio margen, y agrego que, hasta que no se demuestre lo contrario, ellos, como todos los candidatos, son personas dignas de respeto.

         Los posibles alcaldes han dicho que no venderán Aguas y Aguas, ente descentralizado que está en gravísimos estado financiero y de manejo; el candidato Salazar le ha pedido a mi hijo Santiago, profesional  capacitado como muy pocos en el entorno, que, de resultar electo, acepte el reto de recuperar este patrimonio de servicio público esencial, tarea tan complicada que solo quien ama a su terruño aceptaría, ejemplo que debería convocar a los mejores ciudadanos a responder al angustioso llamado que Pereira hace a sus hijos, para que le pongan el pecho a los problemas y no se limiten a criticar y denostar, sino a trabajar por el bien de todos.