Por JORGE H. BOTERO
Como los ciclos políticos en las democracias hacen parte de las reglas del juego, comienza el debate para las elecciones de 2021.
Un puñado de políticos (Fajardo, De la Calle, Cristo, Goebertus, Lozano, Galán, Robledo, Marulanda, entre otros) han decidido explorar juntos un camino para los comicios del año entrante. Concuerdan en afirmar que militan en el centro del espectro político. Cabe, entonces, preguntarse, ¿en qué consiste esa posición que, para algunos, no es ni chicha ni limonada?
Podemos imaginar un marco conceptual para entender las posiciones políticas integrado por dos ejes, uno, horizontal, que se desplaza entre el valor de la libertad, en un extremo, y el de la igualdad, en el otro. Como ambos valores son antagónicos y, ambos, indispensables, nadie, en realidad, se ubica en los extremos: la igualdad absoluta es incompatible con la libertad absoluta y viceversa. La anarquía y la tiranía, a la que esas posiciones radicales conducen, son igualmente indeseables. Indeseables y ambiguas: cuando se habla de igualdad es necesario precisar si nos referimos a la igualdad en el punto de partida o en el punto de llegada; es decir, si el objetivo es que todos gocemos de iguales oportunidades o de iguales beneficios. Así mismo, tengamos en cuenta que los hombres somos iguales y desiguales…al mismo tiempo.
El sentido de la libertad es también materia de disputa. En un sentido, somos libres cuando nadie interfiere en nuestra capacidad de decidir; en otro, esa ausencia de restricciones no basta: se requiere, además, que las condiciones materiales de la vida nos garanticen esa posibilidad de elegir: el pobre, que apenas sobrevive, no puede escoger casi nada. Hechas estas precisiones, lo cierto es que la izquierda tiende a inclinarse hacia la igualdad; la derecha hacia la libertad.
Sin embargo, la política no se agota en las ideologías y en la lucha por hacer prevalecer los intereses contrapuestos que ellas enmarcan. Existe un segundo eje, que podemos imaginar vertical, que no tiene que ver con sus objetivos sino con la manera de procurarlos. En sus extremos se encontrarían revolucionarios y reaccionarios; los que quieren derrocar al sistema imperante y aquellos que se aferran al status quo.
En teoría, el centro se halla en el punto de intersección de ambos ejes; en la realidad, podría decirse que el centro es el área definida por un círculo, más o menos amplio, cuyo centro es ese punto.
Desde la perspectiva de los modos de actuar en política, no parecen existir muchas diferencias entre las rosas y claveles de nuestro ramillete centrista. Sus integrantes juegan dentro de la Constitución, así algunos tengan una preferencia mayor que otros por la democracia directa y la protesta social; espero que muchos crean en que un buen parlamento es esencial.
En materia ideológica es fácil verlos converger en muchos temas. Por ejemplo, en cuanto a la manera de atender el problema de las drogas ilícitas dirán que es una cuestión de salud pública; que Colombia es víctima y no victimario en la fracasada guerra contra las drogas; a partir de esa constatación, buscarán constituir una alianza con otros países productores para llevar este tema a los foros internacionales. Los imagino identificados en la defensa de los derechos reproductivos de la mujer, que propondrán el derecho al aborto, sin restricción alguna, durante un número acotado de semanas a partir de la concepción. Supongo que intentarán revertir la prisión perpetua para ciertos delitos. Que cerrarán filas en torno al Acuerdo con las Farc, sobre todo ahora que la JEP comienza a producir resultados. Respecto de las relaciones con Cuba cabe vaticinar que juzgarán contraria al derecho internacional la extradición de unos guerrilleros pedida con insistencia por Colombia. Sin duda, expresarán su horror por los asesinatos selectivos en ciertas zonas que el Estado no ha podido detener.
En otros ámbitos las dificultades serán grandes. Algunos defenderán la estabilidad macroeconómica; otros considerarán que el momento actual no es adecuado para la ortodoxia; reclamarán la moratoria de la deuda externa y el uso de recursos de emisión para mitigar la crisis social que padecemos. Cerrar la economía o mantenerla abierta generará complejos debates. Lo mismo pasará con la política ambiental y la explotación de hidrocarburos. Algunos advertirán la necesidad de preservar el poder adquisitivo de la moneda y el clima de inversión. Más complejo aún será que lleguen a posiciones consensuadas sobre las reformas tributarias, pensional y laboral.
Tienen, pues, complejas tareas por delante. Está bien que debatan las reglas del juego antes de salir al campo en el que van a competir. Es igualmente indispensable que definan un núcleo duro de asuntos en los que el consenso es indispensable y, al mismo tiempo, otros respecto de los cuales los integrantes de la alianza en ciernes acogerán las propuestas de quien resulte vencedor en las consultas que entre ellos se estipulen.
Las ideas de centro cuentan con egregios precedentes. En el siglo XVI, Erasmo de Rotterdam realizó denodados esfuerzos para mantener la cristiandad unida; fue rechazado tanto por Lutero como por el Papa cuando rehusó plegarse a cualquiera de los bandos. Los gobiernos liberales de Europa y Estados Unidos vencieron en el siglo pasado a fascistas y comunistas, los extremistas de aquella época. Luego de quince años como canciller de Alemania, Ángela Merkel se retira rodeada de un amplio prestigio en las distintas vertientes ideológicas. El Plebiscito de 1957 y la Carta de 1991 fueron producto de políticas de centro.
¡Ánimo jóvenes centristas de todas las edades! Tienen un duro trabajo por delante.
Briznas poeticas. Juan Rulfo le escribe a su novia adolescente: “Junto a tu nombre el dolor es una cosa extraña. Es una cosa que nos mira y se va, como se va la sangre de una herida; como se va la muerte de la vida. Y la vida se llena con tu nombre: Clara, claridad esclarecida”.