Por ALBERTO ZULUAGA TRUJILLO
El pasado 9 de diciembre se cumplieron 30 años de la elección de los 70 Constituyentes que con sus luces e inteligencias le dieron a Colombia una nueva carta de navegación, enterrando la Constitución Centenaria de 1886 promovida por Rafael Núñez y redactada por Miguel Antonio Caro dentro del período histórico conocido como La Regeneración.
Este suceso poco conocido por los jóvenes de hoy fue posible por la intrépida acción de unos estudiantes que rondaban los 20 años, en su mayoría estudiantes de Derecho quienes, recogiendo la inconformidad reinante, propusieron para las elecciones del 11 de marzo de 1990 en las que se escogían senadores, representantes, diputados, concejales, alcaldes y candidato presidencial del Partido Liberal, seis papeletas para seis elecciones, añadir una más: la Séptima Papeleta, dándose a la tarea de repartirla en las calles la que, sin ser autorizada, a la postre resultó siendo la más importante. Al no ser una votación oficial, la Registraduría no imprimió los cartones y se negó a contabilizar los votos, razón para no tener efectos jurídicos. Sin embargo, ante el inesperado interés suscitado, los periódicos los imprimieron para que las gentes los recortaran y depositaran en las urnas, obteniendo un real alcance nacional. Este movimiento congregó a miles de estudiantes de universidades y colegios quienes pretendían que, por mandato popular, se le otorgara facultades especiales al Presidente para convocar una Asamblea Constituyente y poder reformar la Constitución, no pudiendo la Registraduría ni los impulsores establecer cuántos colombianos votaron afirmativamente el cambio de Constitución aquel 11 de marzo. Dos meses después y ante el interés nacional por la propuesta, el presidente Virgilio Barco, gracias a un decreto con fuerza de ley por él expedido al amparo del Estado de Sitio, la papeleta fue depositada nuevamente en las urnas en las elecciones presidenciales del 27 de mayo, ordenando su contabilización a la Registraduría Nacional. Ese día, ya de manera formal y vinculante, se depositaron 5.236.863 votos a favor de la Asamblea Nacional Constituyente y 230.080 en contra, procediéndose a su elección el 9 de diciembre de 1990 y a su posesión, el 5 de febrero de 1991, terminando sus labores el 4 de julio del mismo año, fecha en la cual se promulgó la nueva Constitución. La inclemente violencia y en especial, el magnicidio de Luis Carlos Galán en 1989, fueron los motivos que impulsaron la protesta estudiantil hace 30 años, dando origen a la Constitución de 1991. Acaso ¿la situación de hoy dista mucho de la vivida en aquella época? El asesinato imparable de líderes sociales, el cáncer de la corrupción haciendo metástasis en el cuerpo enfermo de la nación; gobernadores y alcaldes disponiendo de las ayudas estatales por la pandemia, la justicia corrompida por las ansias desbocadas de dinero, el narcotráfico disparado, un Congreso irresponsable sesionando a medias y negándose a renunciar a los viáticos como si estuviesen en la Capital, un Presidente de la República ternando a las altas magistraturas a vergonzosos investigados por los entes de control ¿no ameritan hoy una respuesta contundente del país nacional? La incapacidad y desidia del Congreso en hacer una verdadera reforma política y territorial en estos 30 años que han transcurrido, así lo exigen y lo demandan. Somos hoy, según Transparencia Internacional, el país más corrupto del mundo.
Alberto Zuluaga Trujillo.
alzutru45@hotmail.com