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La trampa en la reactivación de Colombia

Por JUAN NICOLÁS GAVIRIA

No los voy a aburrir con el cuento del COVID, y sus nefastas consecuencias en la economía nacional. Creo que sobre eso ya estamos bastante informados. Sin embargo, sobre lo que sabemos poco, es como van a llevar el país a su senda de crecimiento previa.

Para eso los Gobiernos se remiten al modelo Keynesiano, el cual fundamenta su teoría en el intervencionismo estatal. Keynes plantea que la mejor herramienta que tiene un país para salir de una crisis económica, debe ser a partir de incrementar el gasto público; de esta forma se espera estimular la demanda agregada, y así incentivar la producción nacional, la inversión y el empleo.

Este modelo ha sido usado sistemáticamente y por décadas en todo tipo de gobiernos, todo tipo de países y a lo largo y ancho del planeta. Sin embargo, este modelo al ser de choque queda sujeto al efecto multiplicador del mismo, el cual es el que en realidad nos habla del resultado de la estrategia.

Ahora bien, si el modelo Keynesiano es poco conocido, créanme que el concepto de efecto multiplicador es más desconocido aún. El efecto multiplicador no es otra cosa que la variación que se produce en una “variable” cuando otra es alterada. Es decir, como reacciona la “demanda agregada”, ante un incremento del “gasto publico”. Eso se puede medir, y entonces se puede modelar y anticipar si esa medida será la más efectiva.

¿Pero eso qué tiene que ver con la reactivación de Colombia?. Bueno, resulta que para nuestro caso, en efecto el Gobierno Nacional planea reactivar la economía mediante una estrategia Keynesiana, pero con algunas particularidades.

El Gobierno plantea un mix de estrategias con las cueles se busca la reactivación de la demanda agregada, tres puntualmente: La reactivación de la construcción a través de subsidios a la vivienda VIS y no VIS, desarrollar carreteras terciarias que contribuyan con la competitividad regional, y finalmente, dar un impulso al sector agropecuario.

Chévere se ve la cosa. Sin embargo, lo que no sabemos y por supuesto el Gobierno no se va a desgastar explicando es, si el efecto multiplicador será lo suficiente fuerte para volver a la senda anterior. Y los entiendo, pues nuestra economía desafortunadamente está sujeta a otras variables sobre las cuales el Gobierno Nacional no tiene injerencia alguna.

Permítame explicar. De cuenta del proceso de apertura económica del 90, Colombia pasó de tener una balanza comercial superavitaria para los rubros: Bienes de consumo, bienes intermedios y bienes de capital, a tener una deficitaria. Esto quiere decir que los bienes de consumo, intermedios y de capital que “consumimos” en nuestro país, en su mayoría son importados.

Las cifras son así, según el Banco Mundial. Al corte del 2018, Colombia importó $47.300 millones de dólares, mientras que sólo exportó $17.230 millones de dólares. Esto quiere decir en términos muy sencillos, que nuestra economía está amarrada irrestrictamente al dólar. Lo cual supone una reacción a los efectos conocidos como revaluación y devaluación del peso.

En conclusión, la intención del Gobierno y su estrategia en mi opinión es buena. Es una estrategia que busca una reactivación rápida, pero sobre todo transversal. Sin embargo, ni el Gobierno, ni los colombianos en general podemos hacer cuentas alegres, pues aún nos falta ver qué pasa con el dólar por cuenta de las elecciones en Estados Unidos.

¿Muy loco pensar en volver al modelo de banda cambiaria de los 90? Así sea por un tiempo, de esta forma nos protegemos de esos choques que no podemos controlar y garantizar una rápida recuperación. Se me ocurre que ante tanta incertidumbre un poquito de certeza no cae mal.

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