1 – ¿La Violencia sexual un Instrumento de guerra? –
El 23 de junio del 2020 se supo del escabroso caso de una niña Chami-emberá violada por 7 soldados en el corregimiento de Santa Cecilia del departamento de Risaralda.
Esta violación se registró muy cerca a la escuela Pio XII del municipio de Pueblo Rico, a unos 136 kilómetros de la ciudad de Pereira, un sector que históricamente ha sido olvidado por las autoridades y en el que sus habitantes deben enfrentarse a diferentes dificultades como la incursión de grupos ilegales que hacen tránsito por la zona, el mal estado de las vías, entre muchas otras cosas.
Este caso no pasa de ser un hecho más del desplazamiento de los indígenas de sus resguardos y la destrucción de su cultura de manera sistemática, hecho que viene desde la llegada de los europeos a estas tierras; recordemos que el secuestro y la violación de las indígenas era la estrategia principal que usaban los españoles para obligar a los pueblos nativos ocupados a darles alimentos y las riquezas que tanto codiciaban.
La violencia hacia las mujeres desde siempre tipifica una forma de control y dominación sexual que reafirma el poder económico y cultural de los grupos de poder interesados.
Durante toda la genealogía del conflicto armado en nuestro país, la intimidación sexual ha sido empleada como instrumento de guerra por todos los grupos armados -fuerzas militares estatales, paramilitares, guerrillas, narcos, las llamadas Bacrim, etc.
Todos los grupos en conflicto han abusado o explotado sexualmente a mujeres, tanto civiles como a sus propias combatientes, han buscado afirmar a través del dominio de la genitalidad femenina el control de los territorios en disputa, al sembrar el terror y explotar y manipular a las mujeres con fines militares, los cuerpos se han convertido en un campo de batalla. Los graves abusos y violaciones cometidos por todas las partes en el conflicto armado permanecen ocultos tras un muro de silencio alimentado por la discriminación y la impunidad.
Esto, a su vez, exacerba la violencia que ha sido el sello distintivo del conflicto armado interno de Colombia. Son las mujeres y las niñas las víctimas ocultas de ese conflicto.
Diferentes factores han permitido que este tipo de violencia sea aceptado como “normal” dentro de la sociedad colombiana, y muchas mujeres no se consideran víctimas porque desconocen que la violencia sexual es un delito.
La violencia sexual es una de las principales causas del desplazamiento forzado de mujeres en Colombia, con 2 de cada 10 mujeres desplazadas obligadas a huir por este tipo de delitos.
2-Algo de historia-
La violencia sexual siempre ha sido una herramienta de sometimiento hacia las mujeres, por ejemplo. durante la Batalla de Berlín de abril a mayo de1945 y en el período inmediato de posguerra, aproximadamente una de cada tres mujeres de Berlín fue violada por las tropas aliadas en su mayoría del Ejército Rojo, mientras que 10,000 mujeres en Berlín murieron por causas sexuales.
Muchas mujeres se suicidaron después de una violación, algunas se vieron obligadas a hacerlo por sus padres debido a su «deshonra”, mientras que otros fueron fusilados y asesinados por sus maridos por consentir en tener relaciones sexuales con los aliados.
Muchas mujeres alemanas fueron abusadas verbalmente por soldados alemanes en las calles o en sus casas por ser ‘putas aliadas’
En el libro “Una mujer en Berlín” de autora anónima denuncia de primera mano todas las atrocidades cometidas por la soldadesca en aquellos siniestros días de la destrucción del III Reich y el fin de la infame Segunda Guerra mundial.
Creo yo los tiempos más oscuros del género humano como especie en toda su existencia sobre la tierra; donde el asesinato se hizo de manera “industrial” en los teatros de batalla y los campos de concentración y la violación hacia mujeres y niñas se ejecutó con una normalidad macabra.
La violencia sexual durante los conflictos es tan antigua como la guerra misma, pero la idea de que es mutable y está sujeta a prevención o mejora a través de políticas públicas es relativamente nueva. En las guerras hasta finales del siglo XX, la violación fue tratada como un daño colateral inevitable, aunque desafortunado. Cuando los delitos sexuales captaron la atención del público, generalmente se entendieron como incidentes aislados más que como parte de un problema mayor.
Las víctimas rara vez denunciaron los delitos a las autoridades; los sistemas de justicia con frecuencia no castigaban a los perpetradores; y los supervivientes tenían más probabilidades de ser excluidos de sus comunidades que de recibir tratamiento y reparación.
Si bien las mujeres y las niñas sufren de manera desproporcionada este tipo de violencia, los hombres y los niños también pueden ser víctimas.
3-La violación como arma de guerra-
La violación y la intimidación sexual se utilizan como armas de guerra porque son una efectiva arma de dominación psicológica y tienen efectos más duraderos que los fusiles u otras armas.
UNICEF ha señalado que la violencia sexual «erosiona el tejido de una comunidad de una manera que pocas armas pueden». La violencia sexual y la violación no solo tienen impactos negativos a largo plazo en las mujeres, sino también en sus hijos, sus familias y sus comunidades.
Los efectos son de gran alcance las mujeres sufren tanto psicológica como físicamente, así como social y económicamente.
Cuando las mujeres son víctimas de violencia sexual, a menudo sufren físicamente dolores persistentes, fístulas e infertilidad las mujeres también pueden contraer el VIH u otras ETS (Enfermedades de transmisión sexual), que las ponen en una situación de grave desventaja por el resto de sus vidas.
En algunos casos las mujeres sufren lesiones tan graves que no pueden trabajar, contrayendo así un sufrimiento tanto físico como psicológico y por supuesto económico a largo plazo.
Los efectos psicológicos pueden surgir años después y tener un impacto duradero que incluye depresión, ansiedad, trastorno de estrés postraumático (TEPT), baja autoestima y pensamientos suicidas.
La violencia sexual y la violación como armas de guerra dañan a familias y comunidades enteras, ya sea que las mujeres permanezcan dentro de ellas o sean marginadas.
A medida que las mujeres están aisladas, las comunidades se rompen. Si se quedan, los hombres se ven afectados porque sienten que han fracasado en su papel de «protectores».
En conclusión, los impactos físicos, mentales, sociales y económicos que soportan las mujeres violadas; sus terribles efectos en los hombres y los niños de su entorno pueden durar décadas e incluso varias generaciones.