En la reciente Feria del Libro de Pereira, “Paisaje, café y libro”, descubrimos algo más que una amplia exposición de títulos y autores, encontramos experiencias que obligan a repensar el libro como objeto cultural, puente entre generaciones y territorio de disputa entre lo tangible y lo digital.
No fue solo literatura; fue arte, tecnología y memoria en movimiento.
La feria confirmó una verdad simple, el libro físico no ha desaparecido. Pese a los pronósticos sobre su extinción con la llegada de internet y la lectura digital, el papel sigue vivo en las manos de quienes lo buscan, lo hojean, lo huelen y lo subrayan.
Sin embargo, es cierto que la forma de leer ha cambiado, niños y adolescentes del siglo XXI leen y aprenden de maneras distintas, y eso exige que el libro se transforme.
En los pabellones de la feria se hizo visible una nueva modalidad, el libro transmedia. No es solo para leer; se escanea, se oye, se observa y se interactúa con él. Integra códigos QR, hipervínculos y aplicaciones móviles que activan audios, animaciones y contenidos complementarios al apuntar con el celular. El texto impreso se convierte en una puerta hacia plataformas interactivas y universos digitales que amplían la experiencia narrativa.
Una editorial colombiana, “LuaBooks” que produce y vende libros para niños y literatura infantil, por ejemplo, presentó títulos hermosamente ilustrados que al escanearse revelaban, más allá del texto, videos, canciones, juegos, etc. De ese modo, el libro impreso funciona como punto de partida para explorar, escuchar y jugar, y, sobre todo, engancha a los más jóvenes.
Un ejemplo local de esta técnica es la del libro “Ponte a prueba”, de Rigoberto Guevara Ospina, muy leído en Risaralda.
Los libros transmedia no son una moda pasajera, son una respuesta creativa para reconectar a las nuevas generaciones con la lectura.
En un mundo saturado de estímulos —redes sociales, TikTok, YouTube, videojuegos— el libro debe competir y, para hacerlo, necesita adaptarse, no para desaparecer, sino para sobrevivir y dialogar con otros formatos.
Lo que vimos en Pereira es apenas el comienzo.
El libro transmedia está en construcción, es híbrido, flexible y en permanente reinvención.
Aunque algunos lo miren con recelo, logra algo que parecía difícil, despertar curiosidad, deseo y asombro en los jóvenes frente al libro.
Quedan, eso sí, preguntas urgentes: ¿cómo acompañar esta transformación sin perder la esencia del libro como espacio de reflexión e imaginación? ¿Cómo garantizar el acceso a estas nuevas formas de lectura para quienes no tienen conectividad ni dispositivos?
El reto es grande; la oportunidad, también. El libro transmedia no viene a reemplazar al tradicional, sino a dialogar con él y a abrir nuevos caminos.
Desde Pereira podemos afirmar que la lectura está más viva que nunca, ahora, además de leerse, se escanea, se oye, se ve y se siente.
Buena oportunidad para vencer paradigmas y permitir que nuevas formas de lectura como la que menciona el columnista «libro transmedia»
De todas maneras siempre seguirá vigente el libro físico, para quienes nos degustamos resaltando y señalando lo que no va impactando al embarcarnos en nuevos viajes, lugares y conocimientos.