Llévame ahí, en tu corazón, incluso cuando nos hayamos despedido. Guarda mi sonrisa en tu memoria, el estruendoso sonido de mis carcajadas, guarda mis bromas y regaños, mi aroma, mi silueta. Guárdame con llave en el fondo de tu alma, guarda el brillo de mi mirada, la calidez y fuerza de mi abrazo.
Dime adiós, pero no te despojes de mi recuerdo, aléjate cuánto quieras o vete a donde debas partir, pero llévame ahí, al costado de tu pecho. Llévame en tus recuerdos, para poder ir a visitarte cuando divagues en ellos; llévame en tus alegrías, pero sobre todo, en tus tristezas. Llévame puesta siempre, como el amuleto que cargas, como el amor que sientes.
Llévame a donde quiera que vayas, aunque mi imagen se haga tenue, aunque mi aroma se disipe, llévame tatuada en lo más profundo de tu ser, como una marca indeleble. Llévame contigo, invítame a ver con tus ojos el camino, a sentirme feliz a causa de tu alegría.
Aún si me dices adiós, aún si decides no llevarme a tu lado. yo te llevaré aquí, conmigo, en la taza de café en una mañana lluviosa, en el brillo del sol al finalizar la tarde. Cuando pienso en ti sonrío, porque soy un poco lo que eres, y eres un poco lo que soy. Que nuestros caminos se hayan cruzado no fue coincidencia; algo tuve que aprender, algo te vine a enseñar. No importa cuánto te alejes, no interesa si decides no recordarme, mandarme al olvido, pues ahí donde late mientras lees estas letras, estaré esperándote cuando decidas buscarme. Ningún adiós es para siempre, ni siquiera la muerte