Lo que me queda y lo que espero

MISCELÁNEA

Al momento de escribir esta Miscelánea es 28 de diciembre y está terminándose el 2021, de tal suerte que siento que los 12 meses han sido una inocentada, llena de situaciones en lo personal y en lo colectivo, que rebasaron toda previsibilidad y toda capacidad de entendimiento. 

La pandemia, luego de una terrible curva ascendente del tercer y eterno pico, nos mostró que los daños no se limitaron a los muertos, sino que algo amenazante y terrible sobrevendría para los que quedamos vivos y es la carestía de los precios, todo por las nubes, en algunos casos explicable por la disminución de producción e inventarios  desde finales de 2020 y en otros por la causa totalmente contraria, la reactivación económica, que colapsó la capacidad de embarques en los puertos, por la falta de contenedores, que ha servido de explicación y de excusa para que todos los bienes y servicios hayan sufrido un incremento de entre el 30% y el 40%, según Analdex.  Pero eso no hizo mella en las renovadas ganas de vivir intensamente que nos ha dejado el Covid-19 y nos lanzamos a consumir; un solo día sin IVA no fue suficiente, sino que nos dieron 3.   

Como todo lo bueno y lo malo del mundo empieza por África, luego pasa por Europa y Estados Unidos, y termina asentándose en América Latina, la cuarta ola del coronavirus, marcada por la mutación a las cepas a Delta y Ómicron, nos dio tiempo y la licencia de pasar una Navidad y fin de año como nos gusta en Colombia,  como no pudo ser en diciembre de 2020, reunidos en familia, sin restricciones, con natilla y buñuelos, con fiestas de empresa, con paseos de olla, pero claro, también como no nos gusta, pero no sabemos evitar, con accidentes, con pólvora y por supuesto con quemados.   

Se nos volvió paisaje ver en las calles a las personas con los tapabocas en el cuello o muy ceñidos al rostro, para luego ir a parar al bolsillo o a la cartera cuando entramos a los restaurantes y a los bares, donde terminamos abrazados, hablándonos a la cara y tomando incluso el guaro de la misma copa, al son de la música guapachosa.  

De 2021, lamento y dejaré para el olvido la tozudez de un gobierno nacional que no fue capaz de sintonizarse con la Paz ni con las señales que al respecto le dio la comunidad internacional, aunque le tocó dar pasos hacia la implementación, a regañadientes.  

De 2022 no espero mucho en lo político; se avizoran unas elecciones en las que, salvo el liderazgo de Petro en las encuestas, que no tenemos claro si eso es bueno o es malo, el resto es más de lo mismo; las listas al congreso quedaron como tenían que quedar, aunque se espera que el país asuma el desgaste de la extrema derecha, miremos más a la moderación y al centro y que en esa medida la seguridad democrática y las tesis de los tres huevitos se jubilen y permitan el paso de nuevos discursos y de liderazgos más frescos.  

De 2022 espero la continuidad de la decidida y efectiva campaña de vacunación, el único punto que le cedo a Duque, aunque es un logro en cierta medida obvio. Pero eso ha salido bien y aquí estamos, y eso es mucho decir.  

De 2022 espero que el Deportivo Pereira nos vuelva a sorprender y nos lleve al cielo con una estrella y un campeonato.  Como cantaba Helenita Vargas, …  no te pido más.