Sumergida en mis pensamientos me preguntaba, ¿por qué hablamos para pensar y no pensamos para hablar? Es un interrogante que no quiero dejar sin respuesta.
En el día a día cuestiono la importancia que se le debe otorgar a los actos comunicativos, al fin y al cabo, desde que abrimos los ojos necesitamos realizarlos. George Miller psicólogo estadounidense fue incansable en el análisis sobre cómo los seres humanos procesamos la información. Realizó aportes relevantes en el estudio de la comunicación humana. En su obra Exclusivamente Humano manifestaba que el ser humano siente una necesidad morbosa por la comunicación. Refuerzo dicha idea remitiéndome 50.000 años atrás cuando el hombre primitivo, ante la necesidad de comunicar lo que veía, lo que cazaba, las asechanzas del enemigo, se hace comprender a través de gestos, gruñidos, gritos, arte rupestre e incluso, imitando los sonidos de los animales. Desde ahí se le percibe, ávido de ese acto humano.
Lo anterior obedece a que siempre estamos realizando actos mecánicos, no racionales generadores de desacuerdos, e incluso, conflictos.
Constantemente emitimos enunciados de todo tipo, por ejemplo, actos indirectos, actos con los que prometemos algo, constatamos, emitimos órdenes y hasta realizamos actos compromisorios. Cabe aclarar que no todos estamos facultados para llevarlos a cabo, son de diversa competencia. Se puede ilustrar con un caso concreto: El acto compromisorio, es de competencia de un juez o un sacerdote, no de un individuo que no tiene dicha investidura y así los otros mencionados anteriormente.
Todos realizamos actos locutivos que llevan una intención comunicativa. El detalle a resaltar es que en la intención se pone en juego la relación con el otro, con los otros. La palabra cobra fuerza, no se la puede considerar como un pizarrón donde escribo y borro para no dejar huella. La palabra lacera y en un acto comunicativo puedo llevar al precipicio a quien se la estoy expresando, ya que no se concibió con sutileza, con amor o con la connotación que trae consigo.
Lo ilocutivo que no es otra cosa que la intención que lleva consigo ese mensaje … “producirá una respuesta inmediata en el interlocutor”, quien responderá en el mismo sentido. A esto se le llama acto perlocutivo.
El tono, la prosodia, el lenguaje corporal que acompañan ese acto comunicativo son parte esencial para que toda relación se desplace sin heridas ni resentimientos. ¿Para qué hablar cuando no conecto con mis emociones y arrastro al otro a un dolor que puede tomarle tiempo sanar?
Hasta el más pequeño acto de vida se mueve a través de un discurso cálido, firme, pero, respetuoso. Es parte de la convivencia, es parte de una vida sana, sin cargas, livianos de equipaje.
No puedo dejar de mencionar al escritor argentino Antonio Santa Ana, quien en su obra Los “Ojos del Perro Siberiano” deja claro que: “Para oír hay que callar”
Nos resta evaluar la forma en que realizamos actos comunicativos brindando el lugar digno a la palabra y que se convierta en construcción.
Luz Marina
Sus textos son tan claros, que de seguro nos plantea preguntas que poca, o rara vez nos hacemos. Cuan importante es recobrar los procesos del buen hablar y el buen pensar. Actores vitales para vivir en comunidad. Muchas gracias por compartir sus reflexiones, siempre tan agudas y acertadas.
Saludos.
Diego eFe
Excelente artículo.Una invitación a no guardar silencio ante los hechos violentos.Invitación a darnos el valor que tenemos.