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LUIS FERNANDO CARDONA
Director Fundador

ActualidadLos contrastes de una ciudad como Pereira (II)

Los contrastes de una ciudad como Pereira (II)

La semana pasada me referí a las nuevas áreas de la ciudad donde se han estado asentando en los últimos años las comunidades populares y de menores recursos y donde se ha producido el más reciente crecimiento urbano y les prometí a mis lectores que en la siguiente columna se las enseñaría. Pues bien, recientemente tuve la oportunidad de hacer mi primer viaje en Megacable hasta su estación final en el populoso sector de Las Brisas y tengo que confesarles que me invadieron dos sentimientos totalmente encontrados. La alegría y el orgullo de ver culminado un impresionante proyecto de transporte urbano para las comunidades de menores recursos y que sin duda nos pone a la altura de las grandes ciudades de Latinoamérica, pero también la angustia de percibir que el futuro de las próximas generaciones de pereiranos está —con certeza— plagado de tragedias y de tristezas. Los invito a que en un esfuerzo personal y de apropiación hagan un viaje por los aires de nuestra ciudad y corroboren estas apreciaciones. Vénganse al Parque Olaya y estrenen el nuevo sistema de transporte masivo que tenemos los pereiranos. Es un ejercicio obligado de pertenencia.

En la primera mitad del recorrido la altura del cable invita a concentrar la mirada en el fascinante paisaje que aflora al oeste de la ciudad, hacia el aeropuerto y hacia la cordillera occidental pero es imposible escapar al discordante panorama que se nos ofrece bajo la góndola que nos transporta y se pueden apreciar los increíbles contrastes entre la Churria (un barrio-invasión a orillas de la calle 17, territorio de miedo que parece hacer honor a su nombre), los espacios ocupados por los barrios más aristocráticos de la ciudad, la reserva ambiental del jardín botánico de la Universidad Tecnológica y el terminal de transporte con sus áreas circundantes.

La segunda mitad del viaje, que atraviesa la zona de Canceles y la comuna de Villa Santana, nos ofrece un espectáculo dantesco: un gigantesco desorden urbano y el brutal abandono en que se encuentran las comunidades de todo este sector. Cientos (sino miles) de viviendas son invasiones de áreas de cañadas y taludes que empiezan a derrumbarse. Para el viajero observador es abrumador percatarse de la ausencia casi absoluta de control y vigilancia por parte de la alcaldía y la aparición en los agrestes taludes de muchos deslizamientos de tierra que han afectado a un sinnúmero de familias y que amenazan con ocasionar nuevas y grandes catástrofes. Incluso puede apreciarse fácilmente el sitio donde recientemente fueron sepultados varios miembros de una familia pereirana. Un panorama desolador que con certeza se encontraba escondido a nuestros ojos pero que aparece ahora gracias al Megacable para revelarnos las enormes falencias de nuestros aparatos de gobierno y la indolencia apática de nuestros coterráneos con la que transcurre el devenir de nuestra ciudad. Hace algunos años tuve una sensación similar cuando viajé en cable aéreo hacia la zona nororiental de Medellín, otro territorio urbano donde el caos es la cotidiana realidad de sus habitantes. Bajo mis pies se hacía público para el mundo un territorio desconocido del que solo salían noticias tenebrosas. Todos sabían que existía, pero nadie se atrevía a ir por allí. Igual acontece ahora con el nuevo paisaje urbano que recién estamos descubriendo —de manera visual— los pereiranos, pero que ya sabíamos de su existencia porque las páginas rojas de los diarios y noticieros nos hablan día a día del terror que se vive en sus calles. El cable nos abrió los ojos. Es urgente hacer algo.

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