ESCAMPAVIA.
La prolongación de la concesión Autopistas del Café, próxima a su vencimiento, ocupa la atención del Congreso de la República, dada la presentación de una propuesta para prolongar su existencia por treinta años más, con una modificación en la composición accionaria de la proponente, que sigue siendo el mismo en la parte colombiana y con la adición de una empresa extranjera, para de esta manera eludir la prohibición consagrada en la ley 1502 del 2.012 de no permitir la renovación a perpetuidad de concesiones, y de otra parte ofrece mejorar la carretera nacional que una al puerto sobre el Pacifico con la capital Bogotá, otra vez en contravía con la ley 1502 de 1.992, puesto que invierte los dineros obtenidos aquí para construir allá.
La propuesta en cuestión ha recibido el rechazo de: los senadores, representantes a la cámara, diputados y concejales, de la opinión pública, dado que cobra un dólar por cada 8 kilómetros, en nuestro concepto el más caro del mundo; por el hecho presentar datos inflados e informaciones ocultas y por el escaso impacto en la región donde se generarán los dineros.
Afirma al IP que los departamentos del Eje Cafetero serán los beneficiados con la prolongación del cobro de los siete peajes actuales, como se ilustra con los regalos “para premiar la lealtad por más de veinte años” a Manizales, a Armenia y a Risaralda, con obras por fuera de los límites de la concesión y en la zona urbana de las tres ciudades, a la opinión le regalan miles de computadores, cuadernos y libros, y se desconoce si se ofrecen otras dádivas no declarables.
Que los peajes en manos de los particulares son una alternativa para el desarrollo y tiene ventajas no lo discutimos, siempre y cuando se entreguen a empresas serias y que sus utilidades sean razonables y no generen inconformidades cuando la relación costo beneficio sea negativa.
Claro que hay alternativas al uso y rediseño de los peajes actuales, una de ellas es la de reducir los siete carísimos peajes de marras a tres, uno en cada tramo de la concesión original, de esta manera los departamentos y ciudades en su zona de influencia diseñarán y darán el uso más acorde con sus necesidades a los dineros que de esta manera se recaudan.
Según lo dicho si nuestros vecinos del Quindío consideran que los dineros que aportan a su desarrollo vial se deben dedicar en su totalidad, por las próximas tres décadas, es la mejor alternativa, a las necesidades de sus ciudades es algo a lo que no nos oponemos y por el contrario apoyamos, pero con la misma moneda los Caldenses y los Risaraldenses no estamos conformes con la propuesta, puesto que tenemos otros problemas de infraestructura vial que atender y con urgencia manifiesta.
Hay alternativas, que bien vale la pena explorar, todas ellas apuntan a resolver las necesidades actuales y prever las que se incrementarán en el futuro, consideramos que la obra pública no necesariamente es corrupta e ineficiente, como lo hemos demostrado, en Manizales, en Pereira y en Armenia, hasta hace muy poco, cuando no nos había alcanzado la corrupción; en efecto hemos desarrollado nuestra infraestructura por obra pública, bien hecha, sin despilfarros ni arandelas.
No es nuestro afán definir quién hará, quién recaudará, pero si es de nuestra incumbencia participar en el proceso de selección de las obras indispensables y la destinación de los dineros generados por los peajes.
Requerimos que se le de transparencia a la operación y consideramos que la modificación propuesta a última hora es un burdo maquillaje que nos arrebata los recursos que necesitamos y necesitaremos por treinta años más.