La fortaleza de una película está siempre en la tensión dramática, esa extraña cosa que hace que el espectador se quede quieto en la silla de la sala donde se encuentra ubicado viéndola. Y mejor si el director de la cinta es capaz, no solo de dejarlo como una estatua con los ojos bien abiertos, sino obligándolo a no parpadear. Independiente, claro está, del tiempo de duración de la misma. Es decir, independiente de si es un corto, un medio o un largometraje. Un segundo aspecto importante de la cinta, de la película, es la capacidad de su realizador, de convertir al espectador en un cómplice de uno de sus personajes, que, si bien no es un ser de carne y hueso que comparte con su vida cotidiana, el mismo se hace de su lado y se empecina en hacerse su amigo y porqué no, su cómplice. Y tercero, además de muchas otras cosas, el atrapamiento viene precedido por una música maravillosa, precisa, una actuación definitiva y una verosimilitud en el relato que impacten. Y si entretiene, independiente de su extraña agresividad, violencia o torpeza, mucho mejor es dicha película. Y todo eso está en el Cortometraje VECINOS que acabo de ver, gracias a la magnifica programación que tiene Luis Fernando Muñetón, nuestro amigo de Viterbo, Caldas, semanal, que nos pone a ver muy buen cine, y gratis, todo el tiempo.
En su programa MI ALMA SALUDA A TU ALMA: PARADISO CINE CLUB Presentó el pasado viernes de cortometrajes: “Los Vecinos”, una espectacular película corta chilena, la cual, como tantas otras de su país, basada en una historia real, la cual desvela y revela de nuevo esa negra faceta de la dictadura chilena realizado por Pedro Beomon.
La película cuenta la historia de Antonio, quien es un viejo profesor universitario, que vive solo y tranquilo, pero que un día cualquiera comienza a oír inquietantes ruidos de la casa de al lado, los cuales, sin mostrarse, le hacen ver al espectador el tamaño de esa terrible violencia que engendró la dictadura de ese verdugo y asesino de nombre Pinochet que pasó a la historia como ese Hitler criollo que amó hasta la muerte, la muerte.
Y a propósito, al verdugo, dictador y asesino Augusto Pinochet, no hay que mostrarlo ni en un afiche, para que un espectador lo tenga presente a largo de la película. Su absurda carga, pesa.
En términos de factura, esta pequeña cinta, puede darse el lujo de exhibirse en cualquier festival de cortometrajes del mundo y muchísimo más, en aquellos que rinden homenaje y luchan por la paz, la vida, la comprensión, la hermandad y la sensatez, que tanto nos hace falta. Serenos y precisos los primeros planos, atinados los planos detalle, interesantes los silencios y los ángulos que se producen a la imagen para dar diferentes estados de ánimo tanto al espectador como a los actores puestos en la escena, son insuperables.
Una película fina, inteligente, seria y sobre todo, honesta. Sus realizadores saben que en esa época en Chile se derramó mucha sangre y no hay necesidad de gastar salsa de tomate en ella para “verla”, las sugerencias de su existencia son impecables.
Y si usted amigo lector, quiere verla y comprobar que no exagero, le comparto el link para que la disfrute con el alma en la mano: