Por: Juan Antonio Ruiz Romero
Mientras por necesidad o por cansancio, muchas personas han regresado a sus actividades cotidianas; otros, sin que seamos adultos mayores, continuamos en confinamiento voluntario.
Puede ser una mezcla entre miedo al contagio, la costumbre de respetar las normas y hasta cierto disfrute de las nuevas realidades generadas por la pandemia. El caso es que de este atípico periodo entre marzo y junio también quedan importantes aprendizajes.
Por primera vez en mi vida, he madrugado al noticiero radial sin bañarme. Me explico. En lugar de levantarme temprano para cumplir los ritos del baño, afeitada, elección de la indumentaria del día y desplazamiento hasta la sede de Ecos 1360 Radio, ahora, en poco menos diez minutos, paso de la cama, al baño y a la cabina virtual desde donde se genera el informativo. La colada del café y la preparación del desayuno tienen horarios bien definidos, que coinciden con el corte a comerciales.
Otra experiencia muy enriquecedora ha sido ayudar en las tareas domésticas. Descubrí que mi altura, que solo me servía para cambiar bombillos, también era bienvenida para colgar la ropa recién salida de la lavadora.
Y pude “reinventarme” en el deporte, aunque con nueva dotación. La agilidad necesaria para desplazarme sobre una cancha de tenis me sirvió durante la cuarentena para deslizarme hasta el último rincón del apartamento, al cambiar la raqueta por el trapero.
La cocina ha sido otro espacio para descubrir. La ventaja es que siempre me ha gustado por las oportunidades de innovación: unas veces, el ensayo es exitoso y en las otras por lo menos queda el recuerdo… del malestar estomacal.
Pero, sin duda, mi mayor aprendizaje de estos meses, es valorar en toda su dimensión a las personas que conforman el núcleo más cercano: una pareja amorosa e incondicional; un padre y una suegra, ejemplos de auto cuidado y un hijo asertivo y prudente. En segunda línea están los demás familiares, amigos y allegados, con quienes en mayor o menor grado tenemos algún contacto y se convierten en necesarias chispas para recargar esperanzas.
Si bien el confinamiento restringió nuestros espacios y nuestra movilidad, de igual manera se convirtió en un espejo para confrontar certezas e incertidumbres por igual.
Hoy, sería pretencioso decir que la pandemia me convirtió en una mejor persona. De lo que sí estoy seguro es que los aprendizajes de los últimos meses me entregaron valiosos insumos para ratificar cuáles son las prioridades en mi vida.
Por ello, mientras el cuerpo aguante, seguiré madrugando sin bañarme para ejercer el periodismo; seguiré cantando canciones mientras preparo recetas peligrosas y me acordaré de renovar con frecuencia medio siglo de afectos acumulados.
Y, si los besos y abrazos siguen prohibidos, los dejaremos escondidos por toda la casa para que nunca pierdan la capacidad de sorprender.
Buenísima y muy divertida 👏🏻