Fundado el 9 de febrero de 2020
LUIS FERNANDO CARDONA
Director Fundador

ActualidadMIS VICISITUDES

MIS VICISITUDES

 

Versión ampliada

 

“El humorismo que me gusta es el que me hace sonreír cinco segundos, y me pone a reflexionar varios minutos”.

(William Davis).

 

A mis 18 años decía: “Me conseguí una novia…!”, cuando llegué a los 20: “Me conseguí un trabajo…!”, a los 25: “Me conseguí una esposa…!”, a los 30: “Me conseguí un carro…!”, a los 35: “Me conseguí un apartamento…”, y a los 60 dije: “Me conseguí… ¡un pastillero!”.

 

Cuando pedí la mano de mi novia, el suegro me dijo:

—Joven, mi respuesta depende de su situación económica. Yo le respondí:

—Y mi situación económica depende de su respuesta.

 

Cumplí 57 años de casado: y se me han hecho como 15 minutos…, ¡debajo del agua!

 

Mi esposa solo molesta por dos cosas…, ¡porque sí, y porque no!

 

Ella me hizo millonario, sí millonario. Porque antes, ¡yo era…, multimillonario!

 

Yo le colaboro mucho a mi señora: cuando está trapeando…, ¡alzo los pies!

 

Todos los días me levanto a las tres, sí a las tres. Digo…: “¡a la una, a las dos y a las tres…!”, y me levanto.

 

—Tengo ganas de ir a Dubái, como el año pasado –le dije un día mi esposa.

—Pero si tú nunca has ido por allá –me increpó.

—No. Es que el año pasado… también me dieron ganas –le aclaré.

 

Otro día le pregunté:

—¿De dónde vienes?

Me contestó:

—Del salón de belleza…

—¿Y era que estaba cerrado? –Le pregunté.

Todavía no sé por qué se enojó tanto.

 

En uno de sus cumpleaños entré a un almacén de ropa íntima, y le dije a la hermosa dependiente:

—Señorita, busco un regalo bien sexi para mi esposa.

Ella me contestó:

—Tengo unos pantis divinos, de encaje…, ¿los quiere ver?

—Sí, bueno –le dije–, pero… primero muéstreme el regalo.

 

Mi esposa le daba a mi hija, cuando esta era una bebé, una compota americana; pero la niña siempre se vomitaba. Dejó de hacerlo cuando la mamá le suspendió ese puré de Vick VapoRub.

 

Mi hijo (cuando tenía tres años) jugaba con los dedos índice y pulgar.
Para entretenerlo me los metí a la boca, y le dije:
—¡Me voy a co-merrr es-tos de-diii-tos…! ­–Dramatizándole que me los tragaba.
El chico, parado en la cama, y mirándose asombrado los deditos que –lleno de ternura– le había humedecido, me dijo:
—¡Papi…, papi…!
—¿Qué pasó, hijo?
Me respondió:
—¡Papiii…, qué she hizho mi moquito, ahhh?

 

Le enseñé a mi nieta de cuatro años este chiste: Iban por la calle un cuchillo y un tenedor. De pronto vieron pasar una cuchara, y el cuchillo empezó a llamarla: “¡Cuchara!, ¡cuchara!, ¡cuchara…!”. Al no contestar, el tenedor le dijo al cuchillo: “¡Parece que no es-cuchara!”. Pero cada vez ella lo narra así: Un cuchillo y un tenedor vieron pasar una cuchara, y el cuchillo empezó a llamarla: “¡Cuchara!, ¡cuchara!, ¡cuchara…!”. Al no contestar, el tenedor le dijo al cuchillo: “¡Parece que no oyera!”.

 

Vendí el carro porque lo usaban: mi esposa Stella, para ir al salón de belleza; mi hija Luces, para ir a teatro; mi hijo Juanka, para ir a la universidad; mi hijo Oscarín, para visitar la novia; y a mí me lo dejaban…, ¡para echarle gasolina!

 

Al escuchar la ingeniosa respuesta a una consulta que le hice a la ChatGPT-IA, muy sorprendido, le susurré a mi esposa: “¡Esta IA es mucha %&$¿#!@, se las sabe todas!”. Por descuido había dejado el micrófono abierto, y la IA me respondió: “¡Me gustó lo que dijiste!”.

 

Hay quienes aseguran que tengo el perfil de Frank Sinatra…, sin-atra-ctivo alguno.

 

Me dicen que soy un hombre muy estudiado: bastante estudiado…, por la ciencia médica.

 

Estoy tan hecho al dolor, y el dolor tan hecho a mí; que no siento el dolor, ni el dolor… me siente a mí.

 

Sufro mucho de la columna…, me toca escribirla cada que me la piden en los periódicos.

 

A mi médico de cabecera e internista, el doctor Octavio de la Cruz Cifuentes, me lo encontré en el banco; y le pregunté:

—Doctor, me salió este granito en la cara, ¿qué me echo? –Y me respondió:

—¡Échese 200 mil al bolsillo, y pídale una cita a mi secretaria!

 

Fui a su consultorio, y me examinó:

—Diga treinta y tres, tres veces.
Le respondí:
—¡Noventa y nueve!

 

Luego me preguntó:

—¿Qué tan despistado se considera usted?

Le contesté:

—¡Sí, señor!

 

El endocrinólogo, doctor Alin Abreu Lomba, me dijo:
—Don Óscar, veo que usted tiene osteoporosis.
—Pero… ¿es un principio? –Le pregunté.
—Sí, amigo… –me respondió: ¡ya está bastante principiado!

 

Y el cirujano cardiovascular, doctor William Fernando Lenis, me dijo:
—Osquitar, ¡vos te vas morir!
Muy sobresaltado, le pregunté:
—¿Por qué lo dice, doctor, ah…?
—No sé –me contestó– pero…: ¡algún día te vas a morir!

 

Sentí que llegaba a viejo, cuando unos jóvenes que jugaban fútbol pararon el partido, diciendo: “¡Esperemos que pase el abuelito!”.

 

Cuando trabajaba en el SENA, uno de mis compañeros SENA-dores, Luis Ángel Rengifo, arrendó una casa sin teléfono fijo. Al mes le llegó una factura de las Empresas Públicas Municipales cobrándole ese servicio. Furioso fue a reclamar:

—Señorita, vengo a reclamar…

—No, señor, primero tiene que pagar para poder hacer el reclamo…

—Pero, señorita, es que donde vivo…

—No señor, vaya pague y viene para reclamar…

—Es que no me ha dejado explicarle…

—Ya le dije: pague, y me trae el recibo…

—Entonces, mande a cortar ese %&$¿#!@ teléfono –y le arrojó la factura por entre la ventanilla.

 

Un amigo, el humorista del programa Sábados Felices, José Luis Mesa, “Chukymanuel” (conocido por ser bastante feo, pero superfeo, lo que se dice feo, feo) me contó que cuando reza: “Ángel de mi Guarda, mi dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día”; el ángel le responde: “Yo lo acompaño de día, porque…, de noche, no me le comprometo”.

 

Al tomar un vuelo internacional me ‘decomisaron’ un cortaúñas. ¡Qué estupidez! Ni porque yo fuera a asaltar el avión, amenazando los pasajeros diciéndoles: ¡Manos arriba todos…, les voy a cortar las uñas!

 

Emeterio y Felipe, “Los Tolimenses”, tenían un programa en la emisora Nueva Granada de Bogotá. Ahí hacían un concurso para escoger el mejor chiste del mes enviado por los radioescuchas, y lo premiaban con un electrodoméstico.
Resulté ganador de una nevera y, aprovechando un viaje a la capital a un seminario efectuado por el Sena, fui a la emisora.
—¡Ay, ‘juelita’!, tenemos aquí a don Óscar Gil, de Cali; que se ganó una nevera el mes pasado –me recibió don Emeterio.

—¿Qué lo ‘trujo’ por aquí, don Óscar?
—Vine a un seminario, y… para reclamar la nevera.
—¿Cómo ‘asina’, compadre, y es que se metió de cura? Bueno…, puede reclamar su nevera Icasa en Cali.
—Y… ¿la casa? –pregunté.
—¡Buen ‘primorrr’, cuál casa, ah…?
—¿No me dice que gané nevera…, y casa?
Hasta ahí llegó la entrevista.

 

—Don Óscar –me preguntó el lotero: Si se gana los 9.000 millones de la del Valle, ¿qué haría con tanto dinero?
—Lo primero, pagar todas mis deudas.
—Y… ¿el resto?
—¡Ah, no; el resto… ¡que esperen!

 

No puedo dejar pasar por alto una confidencia. A un gran amigo escritor, lingüista y matemático, el doctor Álvaro Uribe González, cada que lo llamo le pregunto: “¿Hablo con el doctor Álvaro Uribe, ‘el bueno’?”. Y él, muy circunspecto, me responde: “Sí, porque el otro es… ya tú sabes”.

 

Alguien dijo: “Es más fácil hacer llorar que hacer reír”. No obstante, creo tener la paternidad responsable de haber creado –en mis ratos de asueto y de ocio– estas charadas:

¿Autor de La Ilíada? Homero. ¿Y de la Odisea? Homero. Entonces, ¿cuåntos Homeros hubo? ¡Pos, uno mero!

¿Quién inventó la máquina de moler? Pues, Molière.

¿Cómo le decían a Miguel de Cervantes Saavedra? El manco de Lepanto. ¡Ve, yo creía que era a Miguel de Una-mano!
Siempre he sostenido que: “A la rosa no se le pega ni con el pétalo de una mujer”.

No está bien hablarles a las mujeres de su virginidad, porque no les gusta que les toquen ese asunto.

Si un octogenario se casa con una adolescente, es como comprar un libro para que otro lo lea.

Aléjate de un amor viejo, con uno nuevo…, ¡un clavo saca otro clavo!

Si le da rabia…, ¿por qué se enoja?

En una pelea… prefiero morir, a que me maten.

Pienso, pienso y pienso…, para no morirme el día menos pensado.

Si los problemas grandes se resuelven solos, entonces, los pequeños hay que dejarlos crecer…; para que se resuelvan solos.

Fui a sacar dinero del banco, pero no pude… había muchas cámaras y vigilantes.

¿Con qué número se ganaría García Márquez el Premio Nobel, ah…?

¿Qué le dijo el ratón a la rata? Hagamos un ratico.

¡Disculpe! –Dijo un pato, bajándose de una gallina.
La zanahoria es muy buena para la vista…, jamás he visto un conejo con gafas.

“El humor no es un mero pasatiempo: en todo chiste hay un contenido bastante serio”.

 

(Sigmund Freud).

 

Imagen de ambientación, “Majitus”.

 

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* Periodista y corrector de estilo

 

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