Por Édison Marulanda Peña *
En la columna “Los ángeles no hacen política” de Luis García Quiroga, se nota tu entusiasmo por las citas de filosofía política (Foucault, Hobbes, Maquiavelo).
También por aceptar rasgos de la condición humana. Es por esto que te apoyas en la visión pesimista -realista dicen muchos- que subyace al contractualismo monárquico de Hobbes. Yo prefiero el «contractualismo constitucional» de J. Locke y su defensa del individuo con derechos naturales ante el poder absolutista del Estado de entonces, del que hace una apología el primero de estos dos célebres ingleses. Como abogado, sabes más que yo de estas teorías del Estado.
Sí estoy de acuerdo con Hobbes en que hay la inclinación a la violencia, a seguir pulsiones agresivas. Pero esto cambió, sin erradicarse, gracias al proceso de civilización, que lo describe e interpreta Gilles Lipovetsky en “Violencias salvajes, violencias modernas” (La era del vacío, 1986); mas no comparto la afirmación de situar en el mismo lugar la perversión que nos atribuyes a los humanos, sin matices. Ahí se te cuela una falacia que se conoce como falsa generalización, para vender un argumento (sugerencia: leer sobre el tema de las perversiones a Freud, uno de los pensadores de «la sospecha», junto a Nietzsche y Marx).
Vale la pena decir que la democracia no es creada por la filosofía, como sostienes. Sería más preciso afirmar que es una invención de los griegos de la antigüedad, que no conocieron la idea de libertades individuales, como lo explica Isaiah Berlin en Cuatro ensayos sobre la libertad. Cabe recordar que nos aporta conceptos como libertad negativa y libertad positiva (no es el espacio ni el momento de definirlos).
El ingenio griego es tan vasto que no cesamos de admirar y valorar otras de sus creaciones, que son tan significativas como anteriores o contemporáneas de su democracia directa, para organizar la convivencia en la polis, que sería redundante enumerar aquí.
Es muy valiosa tu reflexión en esta coyuntura de una campaña política por el poder en el territorio. Solo el paso de los días nos dirá si trae innovación o es “recién envejecida”.
Aunque sabemos de las prácticas dominantes, con estrategia y tácticas de la política electoral como compra-venta de votos y las redes clientelistas aceitadas mediante el presupuesto de recursos públicos, no debemos renunciar de entrada a promover una contienda con otro tono: más ideas y soluciones viables de los problemas de la ciudad y el Departamento.
Sin conformarnos con la retórica de la descalificación, que solo moviliza pasiones, o la supremacía de «la pauta» para imponer una imagen edulcorada de alguien en medios tradicionales o digitales con aroma de café.
Sin desconocer que quienes han hecho toda su vida la «política del pragmatismo» mal entendido, seguirán reincidiendo hasta que una ciudadanía activa y empoderada se canse; no tolere más el contubernio de lo ilegal con la percepción limpia de candidato o candidata usados para alcanzar el poder como un fin en si mismo. En su versión distorsionada, pues debería ser un medio para… servir y transformar a una sociedad, lo que demanda el actuar consecuente de una auténtica clase dirigente, no la mera «clase dominante», como nos alertó Gramsci.
Por cierto, hay un ensayo de Antanas Mockus titulado con interrogación: “¿Pragmáticos sin pragmatismo?” en el Magazín Dominical de El Espectador (1993), con la explicación filosófica para entender qué significa esta corriente del pensamiento anglosajón y por qué está lejos de serlo la mayoría de la clase política colombiana (esto ya es una interpretación como lector de Mockus, que fui en los años 90).
Luis, gracias por las columnas serias, donde fusionas la experiencia como hombre que conoce bien el Establecimiento desde adentro, con ideas de pensadores para sustentar un punto de vista sobre temas de actualidad, casi siempre sobre el que más te seduce: el PODER POLÍTICO.
Colofón: la política no es para ángeles ni demonios −parafraseando el título de la novela de Dan Brown−. Sin embargo, la campaña que avanza no se sabe si será como una novela de intriga y suspenso o como un relato descarnado de no ficción.
*Profesor en universidad pública, periodista y escritor.