Es decepcionante la manera como nos engañan quienes pretenden gobernarnos. La mayoría de las promesas electorales de los candidatos presidenciales terminan siendo despreciables manipulaciones a las que nos someten cuando intentan conquistar nuestro voto. La historia colombiana está llena de ejemplos pero a pesar de ello nunca vamos a aprender. Seguiremos cayendo en la trampa —cual borregos— porque «el que no conoce la historia está condenado a repetirla» y no olvidemos que la historia fue eliminada del pensum del bachillerato colombiano.
El presidente Ernesto Samper prometió crear 1,5 millones de nuevos empleos productivos y sin embargo terminó con la tasa de desempleo, para entonces, más alta de los últimos 25 años: 15%. Intentó demostrar que al finalizar su gobierno el desempleo caería por debajo del 10% y tuvo que reconocer públicamente su fracaso. Se lo atribuyó a la crisis asiática, al ajuste a la economía y a la apertura. Andrés Pastrana prometió en su campaña crear un millón de empleos pero dejó 3,1 millones de desocupados, 6,9 millones de subempleados y una tasa de desempleo del 16%.También prometió que todos los colombianos tendrían cubrimiento en salud pero al final de su mandato cerca de 19 millones de personas estaban por fuera del sistema. En el ejercicio de su mandato creó el denominado «impuesto temporal del 2 por mil» para hacerle frente a la emergencia económica y aseguró que solo sería por un año. Veintidós años después estamos en el 4 por mil.
Pero lo de Santos y lo de Duque son la «tapa de la olla» y el más claro ejemplo de la demagogia y la payasada en que se han convertido nuestras campañas electorales. En el 2010 Juan Manuel dijo que «podía escribir en piedra que no subiría los impuestos» y nos metió cuatro reformas tributarias aumentando el impuesto de renta a las empresas por encima del promedio regional y mundial e incrementando el impuesto del IVA hasta una tarifa agobiante para la clase media y para los menos favorecidos. Anunció que tendría cinco «locomotoras» para mover la economía, pero nunca arrancaron y en el 2014, de cara a su reelección, prometió bajar la contribución a la salud de los pensionados del 12 al 4%, pero objetó la ley después de que el Congreso de la República la aprobara. En esa misma campaña prometió también 300.000 casas gratis para los colombianos y dijo que desmontaría el cuatro por mil. Nada de nada. Prometió que seríamos la nación más educada de América Latina y ofreció a los maestros importantes aumentos salariales e incentivos para capacitación, ascenso y una remuneración basada en resultados. Pura paja.
Al actual presidente Iván Duque todos le perdieron el respeto y se burlan de él pintándolo como un cerdito o como Pinocho con una nariz creciente. Dijo en campaña que en nuestra patria no habría «fracking», que los colombianos tendríamos menos impuestos y que habría más salarios; su irrespetuosa desvergüenza originó la más grave protesta social de los últimos años aunque intente y pretenda culpar de ella a la oposición, la que sin duda aprovechó el despropósito de manera alevosa. Y ni hablar de los 369 millones de árboles que prometió sembrar, de la navegabilidad del río Magdalena, de la reconstrucción de Providencia o de nuestro parque San Mateo. Mentiras y más mentiras.
La consecuencia más grave de todo esto es que la gente ha perdido la credibilidad en la democracia y en las instituciones facilitando que aparezcan otras opciones que, amparadas en la corrupción y en la violencia que nos azota, encuentren el terreno abonado. Nos creen estúpidos pero la verdad es que sí, lo somos.
Yo me puse a pensar si seríamos capaces de defender nuestra democracia, nuestra libertad, ante la arremetida que tuvimos en las pasadas protestas. La triste verdad es que no es que seamos buenos y decentes. La triste verdad es que tienes razón. Pero como es natural en mí, que hoy la tengas, no quiere decir que estemos sentenciados. Podemos y TENEMOS que despertar.
Muy interesante el artículo por eso en las próximas ahí q fijar bien el candidato
Interesante comentario Doctor Ernesto, pero curiosamente UD no nombró al matarife que en sus 8 años prometió acabar con la guerrilla con su famosa *seguridad democrática* y le ha hecho creer a los incautos que los problemas del País eran ocasionados por la guerrilla y la izquierda, cuando está, no ha gobernado ni un minuto. Somos un país ingenuo y vendemos nuestra conciencia por un plato de lentejas. Siempre nos han engañado con su promeserismo, sin embargo la gente se cansa de lo mismo. El estallido social es producto de los flagelos que han permeado todo el estamento político: La corrupción y el narcotráfico.